Capítulo 26 ── 𝒴𝑒𝑜𝓈𝒶𝓃𝑔

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── 𝒴𝑒𝑜𝓈𝒶𝓃𝑔

Una suave voz recitaba en débiles susurros la misma oración, ya fatigado y sin tregua, bajo el sol de la tarde que coloreaba sus mejillas con un tono rosáceo. 

── Santa María... Madre de Dios, ruega por nosotros...

── ¡No estás haciéndolo bien, Kang Yeosang! ¡Más alto! ¿Por qué te tiembla la voz? ¿Acaso no quieres que el señor te perdone?

── Mami... ──se quejó el niño── Mis rodillas duelen, ¿Puedo descansar solo un minuto? ──Yeosang era apenas un escuálido niñito, tendría alrededor de diez años, pero se veía tan frágil y bajito que parecía como de siete. Su figura contrastaba con la de la robusta mujer de pie frente a él que lo amenazaba con su aguda voz y una vara que agitaba en su dirección mientras le gritaba. 

── ¡¿Descansar?! ¡Dios no te perdonará si descansas! Te quedarás allí rezando hasta que tus rodillas sangren, ¡Solo así Jesús podrá perdonar tus desviaciones! 

Esa palabra le era muy familiar, pero solo había entendido su significado hacía poco tiempo. Su madre la usaba a cada rato cuando le recriminaba por cualquier cosa, así que no estaba seguro de con qué debía asociarlo, aunque comenzó a hacerse una idea de cuáles eran sus "desviaciones" para cuando cumplió los diez años. En el vecindario tenía un amigo, el único, y quien vivía diagonal a su casa; pasaban casi todo el tiempo juntos, jugando en la acera y aprovechando las vacaciones. Su amigo se había mudado hacía apenas unas semanas, pero se llevaban tan bien que parecía una amistad de años y Yeosang le tenía un gran cariño. Era normal que entre juegos se abrazaran, se tomaran las manos, así como también se empujaban o golpeaban en medio de sus juegos; no había nada más que inocencia en ambos, pero a su madre no le gustaba ver toda esa cercanía. La mujer profesaba una fe que rayaba en la locura; con una obsesión absurda por llevar a Yeosang por "el buen camino" que la motivaba a someter al pequeño a cualquier tipo de tareas y crueles castigos si no actuaba como ella esperaba o como la "biblia dictaba".

Días pasaron desde la última vez que que vio a su amigo, pero mientras rezaba de rodillas en la arena de su jardín maltratando la piel de sus rodillas, y después que su madre hubiese regresado al interior de la casa, vio su pequeña cabeza asomarse por los calados del muro que separaba a la casa de la calle. Era su amigo, trepando aquel muro que para ellos era bastante alto, y saltando hasta caer entre los matorrales del jardín. Eran como inmunes a cualquier golpe, tan intrépidos que no les importaba lastimarse con tal de poder pasar un rato de juego juntos, y Yeosang pareció haberse olvidado del dolor, pues se incorporó con mucha rapidez y corrió al encuentro con su vecino. 

── ¡Minjun! ── le llamó, emocionado, pero moderando su tono de voz para no alertar a su madre de la presencia del pequeño allí en su jardín. 

── ¡Yeosangie! Tus rodillas están muy rojas y llenas de tierra. ── dijo, acuclillándose para sacudir los restos de arena que quedaron en sus rodillas. Minjun ya estaba acostumbrado a ver moretones y raspones en el cuerpo de su amigo, le parecía que tal vez era muy torpe y se caía a cada rato, entonces era su deber cuidarlo.

── ¿Por qué has venido, Minjun? ──preguntó el muchachito, observando cómo sacudía sus manos y se levantaba de nuevo a su altura, sin cuestionar el porqué de su estado. 

── Pues hace días que no salías a jugar, entonces vine a verte yo. Quería enseñarte el videojuego nuevo que me regaló papá, lo tengo en casa. 

── A mi madre no le gusta que yo juegue con eso. ──replicó── ¡Mejor juguemos en el árbol! Así no me meteré en problemas. 

── Hm... Está bien, podemos trepar el árbol. ¡El que llegue más arriba gana! 

𝑺𝒊𝒏𝒏𝒆𝒓.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora