20.- El guardián, el consorte

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Lo primero que sintió fue un dolor en la cabeza

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Lo primero que sintió fue un dolor en la cabeza. Le costaba abrir los ojos, sentía que estaba sentado, no podía mover sus manos y sus pies. Abrió los ojos lentamente.

La vista qué lo recibió fue un cuarto oscuro, estaba iluminado solo por un ignis, el cual estaba en una jaula demasiado pequeña para su gran tamaño. Se fijo en sus manos, las tenía amarradas a los apoya brazos de la silla, al igual que sus pies. Le dolía el cuello, seguramente por la posición en la que había estado inconsciente. También sentía aquellas cuerdas muy apretadas.

No sabía dónde estaba, pero si sabía que había pasado. Lo habían atacado, ahora debía buscar la manera de salir de ahí, comenzó a mirar con atención aquella habitación, buscando algo que lo ayudara a salir o que le dijera que tan peligrosos eran sus captores.

Su vista cayó en el ave, quien también lo miraba. Podía intuir qué aquella ave era a la que quería ayudar. Probablemente seguía en Summerless. El ave soltó un chillido lastimero.

—Tranquilo, saldremos de aquí. —aseguro.

Su atención se dirigió a la puerta qué fue abierta.

—Pero miren qué suerte, el doncel esta despierto. —Hablo un hombre de apariencia grotesca.

El hombre no iba solo, con él venían otros dos hombres.

—Creo que podremos disfrutar mucho con él, Alarik. —hablo el segundo hombre en entrar.

—El jefe debe estar más que feliz de que atrapamos a un doncel bonito. —hablo el tercer hombre.

—Por favor, Alek, se supone nosotros solo cazamos ignis, no humanos —respondió Alarik—, lo mismo va para ti Ekur.

Jimin los veía fijamente sin decir ni una sola palabra, con el rostro estoico. No quería demostrar que tenía miedo. Sin embargo, para aquellos hombres su rostro significaba altanería.

Miro como el que se llamaba Alek se acercaba, se obligó a no demostrar ninguna reacción al ver su perturbadora mirada, aquella qué había visto tantas veces.

—Es muy bonito, deberíamos divertirnos un poco, Alarik.

—No —respondió tajante Alarik—, le pertenece al jefe.

Jimin miraba a aquellos hombres mientras se concentraba en abrir la cerradura de la jaula del ave, pero había algo que se lo impedía.

—Dinos, bonito —Ekur tomo su rostro, distrayéndolo de su cometido— ¿cómo te llamas?

Jimin lo miro sin responder.

—No hablas —insistió.

Jimin volvió a concentrarse en abrir la jaula, pero esta vez una bofetada lo distrajo.

—¡Responde maldito doncel! —volvió a hablar Ekur.

Esta vez lo miro con el ceño fruncido.

—Personas de tu nivel, no merecen saber mi nombre. —respondió con un tono frio.

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