— Debo irme, Tom. Es una semana y estaré con mis compañeros de trabajo. Estoy segura de que me ascenderán si todo marcha bien —comentaba Gwen con una leve sonrisa— Te voy a echar tanto de menos, y a Lucy. Cuida de ella, ¿vale? Desde que se fue Leo hace unos días, está un poco triste.
Gwen debía irse a un congreso en otro país, específicamente España. La empresa internacional para la que trabajaba estaba buscando inversores en Europa, específicamente España para terminar de tener bajo su poder la mayoría de países con poder internacional.
Tom asiente, aunque no le gustaba mucho la idea.
Había pasado una semana desde que tanto la joven como él habían hablado en el balcón a altas horas de la noche. Ella había prometido que le dejaría en paz y eso estaba cumpliendo. Por fin parecían un padrastro e hijastra normales.
Sin embargo, aquello no podía estar más lejos de la realidad.
Tom era incapaz de sacarse el cuerpo de Lucy de la cabeza. La forma en la que su cuerpo daba pequeños saltos sobre el suyo y las expresiones de placer en su rostro a cada embestida. Sus gemidos, sus uñas en su espalda.
Y no solo era lo físico, sino que empezaba a llegar a lo emocional. Era cierto que Lucy había perdido parte de su brillo, el que solía tener al conocerla. Había algo en ella que había cambiado y le preocupaba, le dolía. Quería ver a la chica sonreír, mirarle a los ojos y volver a ver esa chispa que tan tenso le ponía.
Echaba de menos eso.
Por alguna razón, esa relación tan fría con la joven era lo último que deseaba aunque fuese lo que él mismo quiso en un primer lugar.
— Mamá, ¿qué pasa? —pregunta Lucy desde lo alto de la escalera, mirando las maletas de la mujer con confusión— ¿A dónde vais?
— Me voy a un congreso en España durante una semana. Te quedarás con Tom, que te hará compañía para que no estés sola cuando vuelvas de tus clases —comentaba Gwen con una ligera sonrisa. Lucy ahora estaba junto a ella, con expresión triste— No pasa nada. Una semana no es nada.
— Te voy a echar de menos —susurra su hija, abrazándola fuerte— ¿Ya tienes que irte?
— Me han avisado de última hora y no puedo negarme, cariño. Puede que me asciendan y sabes lo importante que es —decía la mujer con dulzura, acariciando el largo pelo rubio de la joven.
Tom miraba la escena con distintos sentimientos en él. Por un lado quería que Gwen se quedara y por otra quería estar a solas con Lucy para poder hablar, acercarse a ella sin que nadie les viese.
— Me voy, ¿vale? Mi uber está fuera —susurra, dándole un beso en la coronilla a Lucy— Os llamaré en cuanto esté en el avión. Cuídala, Tom.
Y lo haría.
Besó los labios de su marido para después salir por la puerta, dejando que el sonido de esta al cerrarse crease un sonido seco y estridente.
— Voy a mi habitación —anuncia Lucy, camino de subir las escaleras, pero Tom lo impidió agarrándola de la muñeca— ¿Hm? Pensaba que no hablábamos, Tom.— Tampoco quiero que esta semana estemos en completo silencio —comenta el mayor, soltando el agarre en Lucy— Tenemos que hacer esto más llevadero.
— ¿Ahora? Cuando te conviene —espeta Lucy, en un tono bajo pero desafiante— Antes no te importaba no hablarme.
Claro que le importaba y era lo que buscaba, que le hablase y que le mirase como solía hacerlo antes, aunque fuera contradictorio.
Lucy extrañaba el sonido de su voz cuando le hablaba. Mirarle a los ojos era algo que había empezado a no hacer y en ese instante algo se removió en ella. No podía olvidar a Tom y era difícil con él en casa y tras haber sucedido lo de la semana anterior. Ahora lo pensaba a todas horas, su piel y su mirada, todo.

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STEPFATHER (TOM KAULITZ)
FanfictionSu padrastro y siete años mayor que ella, ese es Tom Kaulitz, el nuevo marido de su madre. Aunque eso no será mucho impedimento para la joven de veintidós años, Lucy Smith.