IV - Una Prisión Dentro de Otra Prisión.

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La cabeza de Maia palpita cuando finalmente despierta. Sus ojos tardan unos segundos en ajustar la visión y suelta un quejido apenas intenta mover su cuerpo. Siente como si tuviera pesas atadas en cada una de sus extremidades y un dolor agudo se extiende desde su hombro derecho hasta el codo.

"Qué bueno es verte de vuelta." La chica escucha voz de Aggie a un lado y luego su rostro aparece frente a ella con una sonrisa cálida.

"¿Dónde estoy?" Su voz suena raposa y un tanto disfónica.

"En el castillo de Edrik."

La sola mención de él provoca que todos los recuerdos de lo sucedido caigan en forma de dominó en la memoria de Maia. Sin importarle el dolor que sufre su cuerpo se levanta tomando asiento sobre el colchón. "Alan..." Aggie ve su intención de moverse fuera de la cama y no duda en detenerla.

"Tranquila," le dice con preocupación, "tuviste muchos golpes, intenta tomarlo con calma."

"¿Dónde está?" Vuelve a preguntar la chica.

La morocha se toma unos segundos para encontrar la forma más delicada de decirlo. "Edrik lo puso en una de las prisiones de abajo." La primera reacción de Maia es escandalizarse. ¿Ese idiota encarceló a su abuelo?

"¡¿Lo encerró?!"

Aggie levanta sus manos para calmar a la chica pero su "Ambos estarán seguros de esa forma, el no podrá salir y lastimar a otro o a sí mismo."

"No puede hacer eso," insiste conteniendo sus ganas de gritar. "Tengo que verlo."

"Por ahora no." La voz de Xion se hace presente y ambas chicas voltean a verlo en silencio. El joven camina hacia la cama, depositando un vaso de metal en la mesa junto a Maia. "Es agua."

Como si hubiera adivinado lo que la joven pensaba, le da la seguridad de que no va a envenenarla. Si hubiera querido que muera habría dejado que su abuelo terminara lo que estaba por hacer y no habría advertido ese mal presentimiento a Edrik antes de que se fueran.

Ambos sabían que cabía la posibilidad de que el anciano atacara más no se esperaban que fuese tan rápido. Por supuesto, el que llegaran a tiempo no fue más que pura suerte.

"Volveré en un momento. No la estreses." Aggie le da una mirada a su hermano, se apresura a tomar el cuenco y paño mojado que había dejado sobre la cama para limpiar las heridas de Maia y se dirige a la salida.

Puede que este sea un buen momento para que ellos hablen con calma y también porque quiere ver dónde está Gavin. No pueden darse el lujo de meterse en más problemas.

Maia lo mira por un largo rato mientras el chico se dedica a husmear el cuarto. Las paredes están revestidas en paneles de madera oscura y los suelos son grises, con mosaicos grandes con diseños que se asemejan al estilo romano antiguo. La habitación donde se encuentran no tiene muchos muebles salvo por la gran cama que ocupa la mayor parte del espacio, una mesa junto a ella sobre la que se halla una gran lámpara, una cómoda y un pequeño sillón con tapiz rojizo haciendo juego con la alfombra cuya extensión es casi la misma del cuarto. También hay una pequeña ventana a la derecha de la cama oculta bajo unas pesadas cortinas oscuras. "Creí que estabas enojado conmigo."

Xion no la mira, en su lugar retira un poco de polvo de la cómoda. "Lo estoy," responde. "Pero si mueres, nosotros estamos condenados."

La chica suspira ruidosamente. "Me alegra saber que mi seguridad es importante para ustedes." Otra pregunta se cuela en su boca y no puede evitar soltarla. "¿Cómo supieron que necesitaba ayuda?"

El rubio le da una mirada de lado. "Llámalo una corazonada." En realidad lo fue. Xion pudo sentir el momento exacto en que el abuelo de Maia cambiaba a su forma demoníaca y no dudó en avisarle de eso a Edrik porque sabía que iba a ayudar.

El Alquimista de Almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora