El Alquimista de Almas ©

XXIII - De Vuelta A La Realidad.

Un año más tarde.

Las nubes se ven amenazantes y la tormenta que anunciaron esta mañana por la radio no está tan lejos. Lo único que Maia espera es que no la alcance apenas baje del tren. Luego de la improvisada visita a Alan y unos días bastantes divertidos, la chica decidió aprovechar el poco tiempo libre que le queda de sus vacaciones dando una vuelta por Edimburgo. No ha estado allí desde que era una niña, su abuela solía llevarla a ver los castillos siempre que se quedaba en su casa y esa era la gran fascinación de Maia.

Esas estructuras antiguas, llenas de historia y belleza merecen ser observadas por horas y conservadas mientras se pueda. Le rompería el corazón ver algunos de esos castillos caer en ruinas.

Odia admitirlo, pero debería haber venido antes. No a Edimburgo, a Escocia en general, de todas formas este es su hogar. Siempre lo fue. Poner a la vida como excusa no es una excusa, uno nunca sabe cuánto tiempo le queda en este mundo ni mucho menos a las personas que amamos, creo que todo eso cayó en la cuenta cuando Maia encontró el álbum de recortes de su abuelo con fotos de su abuela. Si para ella fue una gran pérdida no quiere ni imaginar lo que debió haber sentido Alan. Pero él se esforzó por seguir adelante, Maia sólo decidió huir.

Cuando el tren finalmente llega a la estación Waverley, el ánimo de Maia empieza a subir. Hay algo en las estaciones de trenes que le agrada bastante, tal vez sea el ambiente nostálgico que produce la imagen de quienes de despiden de un sitio para ir a otro, o el hecho de que le recuerda a los que su hermano coleccionaba de niño y lo mucho que le gustaba admirarlos desde las repisas siempre que iba a fisgonear.

Abre el GPS de su teléfono y observa el punto rojo en el mapa. El Castillo de Dunnottar es probablemente uno de sus sitios preferidos, no sólo por la visión de ruinas antiguas conservadas en su esplendor, sino por la vista. El castillo ubicado sobre un acantilado rocoso del Mar del Norte es un gran punto de turismo pero puede resultar un poco difícil de acceder debido a que antes era una fortaleza. Una hora más tarde, Maia se encuentra en uno de los sitios de visión directa al mar y mientras inhala el fresco aire de Stonehaven se pregunta cuándo será la próxima vez que volverá.

Hacer las paces con su abuelo y dejando atrás el dolor del pasado le ha dado otra perspectiva de este lugar. Ya no se siente tan triste como antes cuando miraba fotografías, tampoco siente la necesidad de huir. El hecho de perder a las personas que más queremos no necesariamente significa que las recordemos con pesar y que todas las memorias nos provoquen seguir en un duelo eterno, podemos recordarlas validando nuestros sentimientos y celebrarlas haciendo nuestras cosas favoritas o visitando nuestros lugares favoritos.

La chica ha decidido no entrar al castillo, en su lugar, camina por los alrededores sopesando cada detalle.

"Este lugar es mágico en verdad," escucha detrás de ella. Una pareja pasea con grandes sonrisas en sus rostros a la vez que el hombre toma unas cuantas imágenes con una cámara profesional.

Lo es, quiere responder Maia. Mágico en verdad.

Saca su teléfono y ella misma captura algunas fotografías del paisaje pero a través del lente observa a un hombre cerca del agua. Aquella persona se agacha y toma un poco de agua entre sus manos, -espero que no quiera hacer lo que pienso que va a hacer, se dice Maia mirando con atención su próximo impulso. El hombre deja caer el líquido y continúa jugando con el agua como si fuese un charco.

Qué loco, piensa la chica. Observa a su alrededor, no hay nadie a la vista sin contar a la pareja que ya se encuentra lejos de la chica, tal vez ella debería hacer lo mismo y marcharse, aún queda mucho camino por delante y muchas cosas por ver antes de su regreso a la vida normal. Revisa si tiene buenas tomas del lugar y cuando parece lo bastante convencida da media vuelta y se dispone a regresar por el mismo lugar por el que vino, sin darle un último vistazo a ese hombre.