capítulo 2. la mentora

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            Coriolanus Snow había escalado rápido en su tiempo de universidad. Aunque no tanto como él quisiera. Desde que quedó bajo el ala de la Dr. Volumnia Gaul y con el premio Plinth en su poder, pudo enfocarse en sus estudios y en hacer las alianzas correctas con personas importantes. Aún así, Gaul parecía tener un peculiar gusto por hacerlo volver a revivir cosas de diferentes maneras, casi como si quisiera que pudiera sufrir un mismo evento desde todos los ángulos posibles. Quizás solo quería saber si él seguía eligiendo el poder.

Era ese motivo por el que estaba allí, en el comienzo de los 11° Juegos del Hambre, no solo como aprendiz de Gaul si no también con la responsabilidad de ser un guía para los mentores de este año. El solo pensamiento de tener que atender dudas de los nuevos niños privilegiados del Capitolio le revolvía el estómago por qué se imaginaba el nivel de preguntas estúpidas que le harían por minuto, pero fuera de eso, comprendía que debía seguir sumando números verdes con la doctora, después de todo, un futuro presidente no se rendía ante cualquier nimiedad que pudiera cruzarsele en el camino. Después de todo lo que había hecho, y lo que había sacrificado para comenzar a recuperar la gloria que un día los Snow supieron tener, no podía dejarse vencer. Él siempre había sido cazador y nunca presa, y lo sabía con certeza en cada fibra de su ser.

Suspiró levemente mientras se acomodaba en el taburete a un lado de del la doctora Gaul, que todavía no había hecho acto de aparición. Debía dejar de divagar; su hogar seguiría siendo su hogar, su dinero seguiría estando, ahora tenía para comer hasta por de más, Tigris cosia sus grandes ideas con los mejores materiales, y la abuela, bueno, se dedicaba a sembrar sus rosas con solemnidad. Ya no se vestían con ropa remendada e improvisada. Los Snow ya no tenían que mentir, y aún así, Coriolanus sabía que su vida no era más que un show bien ensayado de principio a fin. Se ponía una máscara antes de salir de su hogar y no se la sacaba hasta que volvía. Seguia teniendo la sensación de que si daba un paso en falso, todo se derrumbaría.

El dinero no permitiría eso, pensó para si mismo antes de volver en si y prestar atención alrededor. Pese a que la asignación de mentores seguia teniendo lugar en el gran salón de la Academia, los 11° Juegos del Hambre introducían cambios que, el estaba seguro, marcarían un antes y un después. Siendo la primera edición con una arena completamente construida especialmente para los juegos, el tributo vencedor tendría algo que los demás no: innovación. Con mucha suerte, de las personas que habían visto las anteriores emisiones, ya nadie recordaría a ninguno de los tributos anteriores, ya no habrían pájaros volando ni cantando ridículas canciones por ningún lado. Difícilmente la habrían conocido, y de hacerlo, él lograría que difícilmente la recordarán.

Ah, el fantasma de una cría forastera del doce no iba a truncarle el destino.

Los ojos claros y penetrantes de Coriolanus recorrieron la habitación cuando el alumnado comenzó a ocupar sus asientos; los que no era relevantes detrás, y los destacados en las dos primeras filas. Snow reconoció algunos rasgos característicos heredados de sus antiguos compañeros en los rostros nuevos, como la nariz de Heavensbee en  el hermano menor, o la altura destacable de la pequeña hermana de su difunta "amiga" Arachne Crane. Enarco una ceja cuando la vio caminar hacia la primera fila y tomar asiento, recordaba haber visto a Arween Crane dos o tres veces en su vida, y la última había sido durante el funeral de la mayor de las hermanas. Podía recordar que mientras él entonaba las estrofas del himno de Panem que le habían dado el honor de interpretar, Arween lucía una incomodidad sincera mientras estaba sentada en el aquel carruaje que seguía a la procesión funeraria de su hermana y al carruaje con los tributos de aquel año. Con sus manos apretadas fuertemente, mejillas sonrosadas por el llanto y labios mordidos, Arween parecía haberla pasado mal de principio a fin aquel día.

Coriolanus recordaba vagamente haberle dado su pésame y pasar de ella pero aún así, noto que la joven había cambiado: cabello más largo, figura estilizada, y lejos habían quedado los rasgos de incomodidad, ahora solo mostraba un rostro sereno, casi rozando la dureza. Mientras los demás charlaban animadamente, Arween solo estaba allí, sentada con la espalda recta, las manos entrelazadas y su traje negro de tela costosa finamente acomodado sobre su cuerpo esperando que todo diera inicio. El joven Snow esbozo una mueca de lado, definitivamente no se parecía en nada a su difunta hermana. De ser Arachne estaría hablando alto, criticando algo y buscando ser el centro de atención cada segundo para validarse a si misma.

Pero no. Solo estaba allí. Y él solo estaba mirándola como si la conociera realmente.

Cuando Coriolanus reparó en su forma intensiva de mirarla, movió su atención a otro lado. Lo que menos necesitaba en aquel momento era alguna otra extraña fijación por una chica... No, claro que no. Ya había aprendido su lección. El estúpido sentimiento juvenil no daba más que dolores de cabeza y lo alejaba de su real propósito: poder. Sacudió su cabeza murmurando mentalmente a él mismo que solamente la había estado observando por qué recordaba con cierto sin sabor la muerte de su compañera Arachne, el suceso que había marcado su ascenso en la escala, su fachada de héroe. La atención bien utilizada de las cámaras.

Cuando noto la presencia de la doctora Gaul, se levantó de su asiento para recibirla, y solo cuando ella estuvo en su estrado, Snow se volvió a sentar para oírla atentamente. —Bienvenidos, estudiantes. — declaró la profesora con su atuendo extravagante y su cabello revuelto pero a la vez, estático en su lugar. La sombra plateada de sus ojos dándole una entonación más brusca a su mirada— Es mi placer alejarme de mis creaciones por un rato para darle a ustedes la mejor de las noticias... quienes serán sus tributos este año. — dijo y lanzo una pequeña risa. Snow se tenso inconscientemente. — Siendo este su último trabajo académico no espero un desempeño más que brillante, aún así, estos onceavos juegos del hambre traen novedosas ideas para hacer de este, de sus tributos y de ustedes — señaló a los alumnos — el mejor espectáculo del año.

Una sonrisa amplia después, las pantallas comenzaron a reproducir las cosechas de aquel año.

Con los rostros de niños asustados detrás, la Dr. Gaul comenzó a recitar las novedades que podía dar en aquel momento —Este será el primer año dónde hemos construido una arena especialmente para los juegos. — dijo. Varias reacciones contradictorias, Coriolanus movió su mirada por todas ellas; sorpresa, disgusto por darle más importancia a los distritos de la que se merecían, susto y... una brutal indiferencia. —ademas de eso, tendremos sorpresas que seran reveladas cuando el momento llegué. Solo deben saber que este año, las personas verán los juegos como el recordatorio entretenido del que no pueden escapar.

Coryo volvió a sacar su atención de Arween Crane cuando la Dr. Gaul comenzó a comunicar que tributo se le asignaría a cada estudiante. Por supuesto, y como era de esperarse aquellos que obtenían a los distritos más capacitados festejaban y los demás se mordian las cutículas de las uñas pensando como cualquier premio se les escapaba de las manos al reducirse sus posibilidades bajo el manto de un tributo esquelético y con pocas (por no decir nulas) habilidades. El rubio mordió su lengua; el había logrado mucho con una paria del doce, aunque claro, eso había sido por su papel reluciente como mentor. Y ninguno de los estudiantes de aquel año parecían relucientes.

—La chica del cuatro, Mags Flanagan es para Arween Crane.

Instintivamente Coriolanus llevo su mirada hacia las pantallas; era una tributo joven de unos quince o dieciséis años, de cabello pelirrojo y mirada dócil. Aunque parecía tener la oportunidad de ser rápida y ágil, era menuda y una ráfaga de viento prometía con quebrarla a la mitad si se lo proponía. Snow esbozo una mueca casi imperceptible, no era lo mejor pero definitivamente era más que algún minero deshecho del doce, esa clase de persona haría un contraste horrible al pararse al lado de alguien como la chica Crane.

Contra todo pronostico, Coriolanus observó como Arween le daba una mirada serena a la pantalla y sacaba un cuaderno para hacer algunas anotaciones con una pluma negra. Con sus piernas cruzadas una encima de la otra y su actitud desinteresada, Coryo no sabía definir si la joven estaba enfocada en pasar desapercibida o ser una de las mentoras favoritas de ese año.












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⏰ Last updated: Nov 29, 2023 ⏰

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