Capítulo 14

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Martes, 9 de marzo.

Llevaban en la Embajada tres días, y era la primera vez que Jennie había tenido un rato libre para disfrutar del balcón de su habitación. Permanecía allí observando la ciudad llena de vida. Era una ciudad abarrotada y colorida. Los extranjeros vagaban de un lado para otro, sus trajes de negocios o sus vestimentas de turista contrastaban con las tradicionales prendas nativas de color blanco. Los cláxones de los coches se mezclaban con los enfadados gritos de los viandantes y el ocasional relincho de un burro o un caballo. Era una curiosa mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Cultura, tecnología, y actitudes que para Jennie resultaban más interesantes que atrayentes.

La escritora tomó unas cuantas fotos. Acto seguido entró en la habitación abandonando el fuerte olor a especias, carnes asadas, pastelerías locales y humo de coches.

Se había sorprendido cuando Roseanne ordenó a todo el mundo que se tomara el tercer día "en el país" para descansar y relajarse. "Todo el mundo", según descubrió Jennie, era un término relativo. Lisa estaba todavía trabajando como una loca, al igual que varios ayudantes y consejeros, expertos en política internacional. Pero la mayor parte del personal, incluida la propia Roseanne, se tomaron el día libre.

La Presidenta durmió casi todo el día, y Jennie sospechó que la rubia estaba todavía luchando contra un acusado jet lag. Mientras Roseanne descansaba, Lisa había tomado el mando, dando órdenes de que Roseanne no fuera molestada por nada. Dejó perfectamente claro que la necesidad bien descansada para el resto de reuniones que estaban por venir.

Jennie se había permitido dormir una siesta, pero se sintió descansada y se
levantó mucho antes que Roseanne. Dedicó tiempo a explorar y gastar dos carretes de fotos. Estaba deseosa de huir de las habitaciones asignadas a los ejecutivos. Había demasiadas caras extrañas vigilando todo el rato, mirándola fijamente en todo momento, y susurrando cuando ella, o alguien que tuviera que ver con Roseanne, pasaba. Jennie prefiere pegarse a sus amigos, especialmente una mujer tan hermosa que además dirigía la nación más poderosa de la tierra.

La primera reunión fue fijada para el día a las 9 de la mañana. Sin embargo, esa noche, Roseanne presidía una recepción para los dignatarios que asistirían a las reuniones. La Embajada estaba plagada de trabajadores, desde cocineros y empleados de limpieza, hasta personal de seguridad y militares. Jennie estaba empapada de sudor, observando el caos desde el balcón de su habitación, antes de que un golpe en la puerta la hiciera entrar de nuevo.

Dejó la cámara en una mesa y abrió la puerta para ser saludada por una
sonriente Roseanne. Esta estaba sosteniendo una bolsa y parecía encantada consigo misma.

—¿Sabes? —empezó Jennie, dejando descansar sus manos sobre las caderas—Te conozco lo suficiente como para saber que esa sonrisa significa problemas —pero incluso bromeando, sus ojos indagaron preocupados en la cara de Roseanne, aliviados al darse cuenta de que las arrugas de cansancio y tensión que había visto el día anterior, hubieran desaparecido.

—¡Oh! ¿De modo que así me lo pagas, eh? Yo te traigo un regalo, y me acusas de causar problemas. De acuerdo. Me llevaré este realmente precioso e increíblemente caro vestido de noche, y encontraré a otra castaña bajita y guapa para dárselo ... —fingió estar indignada y se giró haciendo que Jennie no podría ver su cara, en la cual apareció una traviesa sonrisa.

El brazo de Jennie salió disparado agarrando a Roseanne por la camiseta.

—¡Espeeeera un minuto, Sra. Comandante y Jefa! —empujó a la mujer hacia la habitación y cerró la puerta detrás de ella— Número uno, no soy bajita ...

—Eres más baja que yo.

—Cualquiera que no tenga una constitución masculina es más baja que tú, Sra. Gigante. Se defendió Jennie.

𝑺𝒆ñ𝒐𝒓𝒂 𝑷𝒓𝒆𝒔𝒊𝒅𝒆𝒏𝒕𝒂 - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora