7. El acosador.

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Durante unos segundos luché contra la idea de rechazar la llamada y bloquear el número para siempre, pero pensé que si Rally estaba en lo cierto, mi comportamiento cuanto menos era infantil. Al menos podía comportarme como una persona amable que con cortesía rechaza a un desconocido. Finalmente acepté la llamada, mientras me acurrucaba entre los cojines y me cubría con la manta.

- ¿Hola? – Se escuchó del otro lado de la línea.

Era una voz grave y cavernosa, que instantáneamente me resultó familiar. Estaba seguro que la había escuchado en algún lugar no hace mucho tiempo. Intenté recordar pero no pude hacerlo.

- ¿Hola? Joven Chalamet. ¿Puede escucharme? – insistió el hombre al otro lado de la línea.

Aclaré mi garganta y respondí:

- Si, lo escucho.

Luego de un breve silencio, la voz cavernosa, agregó:

- Es un placer... - tosió – es un placer por fin hablar con usted. Me gustaría expresar mi admiración a su trabajo y al trabajo de sus padres.

El hombre continuó hablando y su voz era como un arrullo para mí, por lo que me costó mucho evitar quedarme dormido.

- Agradezco sus palabras y sus donativos a la fundación Chalamet. Espero que tenga una vida...

- ¿Se está despidiendo de mí? – reclamó.

Noté al instante su descontento, su voz se hizo más aguda y más pesada. Y tuve que contenerme para evitar aceptar que yo realmente quería despedirme de él.

- No... solo quería agradecer por su... - comencé tratando de justificarme. No era entretenido hablar con alguien que solo me adulara.

- ¡No creí que fuera tan descortés! – dijo sorprendido.

- ¿Descortés? ¿Yo? – inquirí levantando mi cara de la almohada peluda.

- Si, usted es muy descortés, sobre todo con una persona que solo ha demostrado admiración hacia su persona y su familia.

Tal vez sí estaba siendo un poco impaciente, pero no descortés, después de todo acepté hablar con él y a cambio recibía una falsa acusación.

- ¿Admiración? ¡Usted es prácticamente un acosador! – Me defendí indignado.

- ¡¿Acosador?! – repitió. - Yo no soy un acosador...

Nadie se aceptaría como acosador.

- Si no es acosador porque actúa como si lo fuera – insistí - Ha llamado más que cualquier otro benefactor, pidiendo una entrevista conmigo. ¿No es eso acosar?

- Bueno... - comenzó – tal vez me haya excedido. No era mi intención asustarlo, solo quería...


El hombre permaneció en silencio, un silencio que se prolongó más de la cuenta.

- Lamento haberlo incomodado – se disculpó. - ¿Puedo compensarlo de alguna manera?

A pesar de todo, no podía obviar el hecho de que el hombre realmente sonaba arrepentido.

- ¿Compensarme? – Pregunté curioso, mientras en mi cabeza sonaban algunas campanas.


No podía creer mi buena suerte.

- Por casualidad... ¿Usted es alfa? – Interrogué, intentando ocultar mi frenético interés

- Si, lo soy. – respondió automáticamente.

- ¿Es un alfa dominante? – interrumpí antes de que él pensara el porqué de mi pregunta anterior.

- Sí, soy alfa dominante.

- Creo que sé cómo puede compensarme. – propuse escondiendo mi emoción – Estoy buscando un sujeto de prueba.

- ¡Yo acepto! –dijo rápidamente.

Sonreí ante mi suerte, pero no podía cantar victoria aún.

- Antes de aceptar, tiene que conocer los detalles del experimento. Es una investigación secreta, no puedo informarle sobre el objeto de investigación, ni el fin de los resultados, solo puedo describir la prueba a la que sería sometido.

Esperé su respuesta, ansioso.

- ¿Usted estará a cargo del experimento? – quiso saber.

- Si, solo yo me encargaré de esto. – le aseguré.

Volví a esperar su respuesta.

- ¿Seremos solo nosotros dos? – insistió haciendo la pregunta muy lentamente.

- Así es. – aclaré con decisión.

Del otro lado de la línea se escuchó un estruendo agitado.

- ¿Señor? ¿Qué ocurrió?

- No ocurrió nada de importancia, me caí de la silla. – mencionó con avergonzado.

Me reí.

- ¿Acepta, señor? – Insistí.

- Tendría que revisar las condiciones del experimento... – dijo con voz seria.

- Entiendo que... - intenté decirle de forma calmada, los papeles se habían volteado y quien realmente estaba desesperado era yo.

- Pero creo que acepto. – dijo al fin.

- ¿Acepta? – repetí sin poder creerlo.

¿Cómo podía aceptar sin conocer la naturaleza del experimento o las pruebas a las que se expondría? Algo en la cabeza del hombre no funcionaba del todo bien, sin embargo no podía darme el lujo de rechazar a quien servilmente me ofrecía su cabeza en charola de plata.

- Sí, acepto – confirmó.

- De acuerdo, le mandaré una lista con las condiciones que debe cumplir, además agregaré un formulario que debe completar con sus datos y una encuesta sobre sus hábitos y relaciones. Si realmente está de acuerdo con todo, lo espero mañana por la mañana.

Esperé oír algún tipo de objeción o duda pero el silencio del sujeto fue lo único que obtuve.



Dos horas después, terminé de confeccionar las planillas y las envié, no podía dejar todo a la suerte debía tomar los recaudos necesarios a fin de evitar un incidente como los que ya había sufrido.

Era una buena decisión ¿Verdad?




Mi abuelita, que en paz descanse, va a golpearme en la cabeza cuando llegue al cielo, porque la frase que con tanto esmero me repetía siempre, va a ser utilizada en una historia en Wattpad. Ella decía: "Siempre hay un roto para un descosido" creo que se aplica a este caso. ¿No les parece?

Gracias a todos los que votan. No puedo creer que me apoyen en esta locura.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Où les histoires vivent. Découvrez maintenant