30. El joven de los ojos claros.

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Afortunadamente no tuve tiempo para lidiar con mi pena.

Tenía que ponerme a trabajar en la carta que me habían enviado mis padres.

Hice pruebas de calor y humedad, busqué huellas diferentes a las mías y la de ellos y efectivamente encontré tres pares que no coincidían con las nuestras, con la ayuda de los microscopios que tenía en el laboratorio. Alguien había abierto la carta y por consiguiente había leído su contenido. Afortunadamente mis padres eran inteligentes y no dejarían que su mensaje llegara a personas equivocadas.

Efectivamente el texto fue escrito por ellos, esos recuerdos que evocaba la carta solo podían conocerlos mis progenitores, pero la escritura también escondía errores muy obvios, por lo que supe al instante que la leí, que esa no podía ser la carta original.

Releí nuevamente el mensaje y retuve las siguientes palabras: "abogado", "biblioteca", "novela", "biblioteca nacional y "el menester original"

¿Por qué mis padres incluirían al abogado dentro de una carta tan personal?

Probablemente intentaban decir que no confiara en él. No estaba seguro pero lo tomaría así. En cuanto a la biblioteca, sabía que ahí estaba la clave, porque ellos nunca me regalaron una biblioteca, no les gustaba tener libros dentro de la casa, mucho menos me instaban a leer novelas o cuentos, por lo que "El menester original", jamás fue o será mi libro favorito.

Había llegado a la conclusión de que el mensaje real que ellos me enviaron, se encontraba escondido en la Biblioteca Nacional, dentro de un ejemplar de "El menester original". Lo que era problemático para mí, por mi estado.



Miré el reloj del teléfono, eran las seis de la mañana, me preparé un café y me fui a bañar.

El horario de apertura de la biblioteca iniciaba a las ocho de la mañana.

Después de pensarlo bien, supuse que el libro debía encontrarse en la única sección del establecimiento en el que los textos estaban al alcance directo de los usuarios: la sección infantil.

Me registré y también lo hicieron mis guardianes y me dirigí a la sección infantil rogando al cielo que el mensaje se encontrara allí, porque no tenía más ideas.

La encargada del lugar me miró con extrañeza cuando me presenté con anteojos, barbijo y sombrero.

Antes de que me ofreciera su ayuda, me dirigí a la pequeña estantería donde descansaban los libros cuyos títulos comienzan con "E" y "F".

Había solo dos volúmenes de "El menester original" tomé ambos y me dirigí a las mesitas rojas destinadas para la lectura de los niños, fingiendo que leería el texto. Hojeé página por página del primer libro pero no hallé nada. Tomé el segundo, repetí la operación y en la página 44, mi número preferido, encontré una hoja de papel doblada.

No me dejé gobernar por la emoción.

Rápidamente guardé el papel en mi saco, devolví los volúmenes a su estante original y regresé a casa.



Aún seguía consternado cuando abrí el papel y reconocí la caligrafía de mi padre.


"Querido hijo;

Nunca dudé de ti, sabía que encontrarías nuestro mensaje. Últimamente, hemos sospechado que el Dr. Williams lee nuestra correspondencia, ya no podemos confiar más en él, por el momento lo mantendremos como nuestro abogado e intentaremos enviar correspondencia falsa para confundirlo.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Onde histórias criam vida. Descubra agora