Capítulo 1

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Todo comenzó con él viéndome a los ojos... sus ojos eran fríos, fríos como una noche nevada en los Alpes. Helados.

Era una tonta por no poder dejar de verlos a pesar de que sabía que una tormenta iba a caer esa noche para mí, a pesar de que sabía que esos ojos serían un infierno... para mí.
Negros como el pasillo que se veía a lo lejos, negros y profundos, con un toque de azul como las noches de luna llena, y un poco más por debajo...

Bajé la vista y me encontré con la verdadera razón de mi inquietud, mi... oh, no.

¿Acaba de sonreír?

Parpadee una o dos veces para identificar si lo que veía era realmente una sonrisa.

Sí, lo es. Es una tenebrosa sonrisa bañada en sangre. Sangre roja.

¿Qué demonios estaba...? Oh, me iba a desmayar. ¿Por qué carajos se me ocurrió recorrer el bosque en una noche como hoy? ¿Por qué?

Entonces me di cuenta de dónde estaba parada, de qué es lo que estaba viendo... de a quién estaba viendo. No me gustó, no me gustó para nada darme cuenta de la situación en donde me había metido.

Quiero correr pero mis piernas no se mueven. Quiero gritar pero mis labios no se abren, no encuentro mi voz entre tanto miedo. Quiero llorar por lo mucho que me arden los ojos de tenerlos tan abiertos por la impresión que tengo de ver esta estúpida imagen.

Estoy temblando, lo sé, él lo sabe.

Frente a mí había una escena tan horrible... tan espeluznante, podía ser la pesadilla de cualquier niño, de cualquier adulto.

Un grupo de chicos, que ni siquiera podía distinguir cómo eran, o cuántos eran, solo sabía que eran muchos. Todos ellos estaban sentados al rededor de alguien, de una chica... Y ella... ella estaba... estaba... Tirada... con sangre... su sangre...

Oh, madre santa.

El chico al que no podía dejar de mirar, me estaba viendo, había notado mi presencia, lo había hecho desde hace rato mientras estaba escondida detrás de los arbustos observando, me había visto y no había hecho nada... aún.

Estaba petrificada, no podía moverme y él podía darse cuenta, solo él, porque los demás no parecían hacer nada más que observar el cuerpo moribundo de la chica, con su sangre en sus manos, en su ropa, en su cara... en su boca. Estoy apunto de vomitar.

Comienzo a retroceder poco a poco y en eso piso una rama detrás de mí que hace un sonido hueco, llamando la atención de los demás.

Estoy muerta.

En eso el chico de ojos helados se para y los demás lo ven con atención sin decir ni una palabra pero buscando al chico... ¿esperando? ¿Qué carajos?

Pude ver como los demás chicos se pusieron alerta, y él se veía tranquilo... Entonces abrió la boca y supe que era mi fin.

–Tranquilos, es mía.

No me quedé a esperar para ver qué sucedía pues salí corriendo de ahí.

Mi vista estaba demasiada borrosa así que era un completo logro no haberme estampado aún con cualquiera de los montones de árboles que habían. Mis piernas temblaban de miedo y de frío, quería correr mucho más rápido pero el temor de que esa cosa estaba detrás de mí me mataba.

Sentía su presencia a unos pocos metros detrás, lo sentía a él perseguirme por todo el maldito bosque, y corría muy rápido, mucho más rápido que yo, en cualquier momento me alcanzaría, me mataría y terminaría como la pobre chica que dejé unos metros atrás.

Axavel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora