Capítulo 2

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–Entonces, podemos asegurar que existen muchos tipos de seres vivos en el mundo. Conocemos ya todas sus características, clasificaciones y qué podemos aprender de todos ellos. Me gustaría que me dijeran cuál es su especie favorita y por qué –habló la maestra de biología.

Varios de mis compañeros alzaron la mano.

–Lucy –le dio la palabra.

–A mí me gustan mucho los humanos, especialmente la especie neanderthal de los hombres –dijo con un lápiz en la boca.

No pudo haber sonado tan idiota como creo, ¿cierto? No, definitivamente sonó horrible, joder, que tonta.

Todos en el salón se quedaron callados, estaba claro que a todos les había dado una jodida vergüenza su patético intento de dar risa, sin embargo, nadie dijo nada. Excepto ella. Deva.

La pelinegra soltó una risa.

–Qué patética eres Lucía, deberías dejar de lado tus estúpidos intentos por llamar la atención, se nota tu desesperación a millas, y déjame decirte que lo único que logras causar es un cringe terrible.

Cringe. ¿Esa palabra se usa aún? No importa, tenía toda la razón.

Desde el día uno esa chica Deva me había producido un total interés por lo dura y firme que era al momento de expresarse. Le importaba muy poco cómo la gente a su alrededor reaccionaba a sus palabras, solo las decía.

A ver, llevaba apenas una semana en la escuela, obviamente ya tenía claros los papeles de todos, y ella, Deva, créanme que cumplía con todos los requisitos para ser la protagonista rebelde y desenfrenada de una película, y es que vamos, hasta se vestía de negro, pantalones cargo con cadenas, blusas de manga largas con rayas. Era la viva imagen de la rebeldía.

Hasta el momento, la única que persona que de verdad me había producido esas ganas de conocer y hablarle, era ella.

Lucía es la hija del alcalde, obviamente existe un temor de los alumnos, incluso de los maestros, de meterse con ella, era un horror. Manipuladora, chantajista, una pobre chica que parecía querer llamar la atención las veinticuatro horas del día, y más aún si se trata de los hombres.

Lucía miró a Deva. Le lanzó una mirada de los mil demonios y le sonrió.

–Lo siento, pequeña idiota, en esta plática no cuentan las opiniones de machorras como tú.

Todos en el salón hicieron un coro para demostrar sorpresa.

Voltee a ver a Deva, ella parecía calmada.

–Te sobra lengua para hablar, todos aquí sabemos que eres una pobre víbora desalmada que se la vive presumiendo que es hija de papi porque es lo único que tiene, porque ¿lista? No eres ¿guapa? Tampoco, lo único que tienes es ese ego enorme que hará que te hundas, Lucía. Date cuenta. No eres nadie, nadie te quiere. Eres una carga incluso para tu papá. Abre los ojos.

Lucía la miró hecha una fiera y se paró para encararla. Deva se quedó en su lugar, y ahí es cuando la maestro interfirió.

–¡Deva! –la llamó duramente la maestra– ve ahora mismo a dirección.

¡Oh, vamos! ¿En serio iba a mandar a Deva a dirección? ¡Ella tenía razón en todo lo que dijo!

–¿Y no va a mandar a Lucía también? –dije simplemente.

–¿Disculpa? –escuché la voz de la susodicha detrás de mi– ¿Tú también quieres tener problemas?

–Lucía –dijo seriamente la maestra, dándole una advertencia y después me miró a mí–. Aquí la incitadora fue Deva, ella se va a dirección por sus actos, no quiero que te entrometas, ¿de acuerdo? –me dijo.

Axavel ©Where stories live. Discover now