30- Sorpresa.

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El tiempo pasa muy rápido y más cuando te lo pasas bien.

Esa frase fue una de las más utilizadas por los chicos, que desde año nuevo, no habían parado de hacer cosas juntos: fiestas de pijamas, citas dobles, escapadas nocturnas y muchas más cosas.

Cualquier momento era válido para dedicar una sonrisa de amor, un abrazo, un beso... Una forma de demostrar el cariño.

Pero hoy no era un día más, hoy había un evento muy especial, hoy era el cumpleaños de Rubén.

Desde siempre, Rubén había disfrutado de grandes fiestas. Le encantaba su cumpleaños, el mejor día del año sin duda. Y encima este año cumplía dieciocho, una fecha muy importante. Ya dejabas de depender de tus padres, ahora todo delito caía en ti y únicamente en ti.

Normalmente, el día de su cumpleaños le despertaba su madre con un pastel de cumpleaños, desayunaba ese mismo pastel. Iba al colegio y siempre se iba a comer con su familia a algún restaurante de la ciudad, donde le cantaban el cumpleaños feliz y le daban los regalos. Luego llegaba a casa, hacia sus labores y veía su película favorita mientras cenaba pizza. Aún que lo último lo hacían cada viernes en familia, era emocionante, era su día.

Se levantó y miró sin ninguna emoción como se encontraba vacía la habitación. Sabía que ese año iba a ser distinto, pero no perdería la esperanza. Se levantó entusiasmado y agarró el uniforme. Espero pacientemente a que saliera Mangel.

—Mi acuario favorito. —Mangel se abalanzó a darle un abrazo. —Feliz cumpleaños. —Sonrió.

—Muchas gracias. —Le devolvió el abrazo con una sonrisa. —Me ducho y vamos a desayunar, ¿vale?

—Perfecto. —Se giraron para que el rubio estuviera al lado de la puerta. —Yo voy a acabar la tarea de hoy.

—Eres incorregible. —Rubén rodó los ojos y se encerró en el baño.

Se dio una ducha rápida y a los diez minutos ya salió preparado. Mangel terminó de ordenar su mochila y salieron hacia la cafetería. Al llegar, el castaño dirigió a su amigo a la mesa directamente, donde un trozo de tarta con una vela le esperaba. Vio el trozo sonriente y abrazo a Luzu y a Alex, los presentes en la mesa.

—Muchas gracias chicos. —Se sentó y sopló la vela pidiendo un deseo.

—Recuerda que a nadie le puedes decir lo que has pedido. —Rubén asintió con una sonrisa.

—Muchísimas gracias chicos, sois los mejores. —El rubio sonrió gentilmente.

Retiró las velas y las colocó encima de una servilleta. No sabía muy bien de dónde las habían sacado, pero eran muy bonitas. Rubén se comió un trozo de la tarta y dio un trago de su colacao.

Unos minutos más tarde, aparecieron los cuatro chicos restantes. El moreno le dio un beso en la mejilla a su chico y se sentó al lado de este.

—Buenos días chicos, ¿qué tal habéis dormido? —Samuel sonrió gentilmente. —¿Y esa tarta? ¿Hay tarta hoy?

—No, le hemos pedido a la cocinera que nos hiciera un cacho de tarta por una ocasión especial. —Alex aclaró.

—¿En serio? Bueno, pues voy a ver si hay otra cosa. —Samuel le dio un pico a Rubén y se levantó con los chicos para pedir el desayuno.

—¿Creéis que se ha olvidado? —Rubén miró a los chicos irse con cierta tristeza.

—Yo creo que si, ha reaccionado igual que siempre. —Mangel se encogió de hombros. Y mientras decía eso, Alex asentía.

—¿Tú que piensas? —El rubio se giró para mirar a Luzu.

—No sé, pero tiene pinta de que si. —El castaño le dio la razón a su amigo.

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