Bucle

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1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1,2,3,1...

—¿En qué piensas?

1,2,3...

—¿Divergente? — volvió a exclamar la chica pelinegra intentando llamar la atención de su amigo que en ese momento se encontraba perdido en el desastre que eran sus pensamientos.

—Soy diferente— musitó.

—Todos somos diferentes de alguna manera— respondió rodando los ojos, restándole importancia a lo que decía Divergente.

—Tú no lo entiendes, y nunca lo harás porque nunca has pasado por lo mismo o algo similar—comenzó él—No lo harás porque te comportas como ellos.

—Diver...

—A ti no te miran diferente, al contrario. Eres de los que mira y hace sentir menos a los demás — Continuó— a ti no te maldicen todo el tiempo solo por no pertenecer a este lugar, no te hacen odiar cada parte de ti ni te hacen sentir que ser diferente es malo cuando no lo es.

La pelinegra tenía una expresión de confusión en su rostro, esa expresión que veías en todos cuando les decías algo que realmente era verdad, pero que les dolía aceptar porque tú realmente tenías la razón en lo que decías. Ella no volvió a responder, ni Divergente a hablar.

Tal vez no lo hizo porque sentía que su voz se quebraría en cualquier momento. Porque las lágrimas ya habían empezado a descender de sus ojos o simplemente no lo hizo porque el desespero empezó a arroparlo.

Con la respiración acelerada y manos temblorosas salió de aquel lugar. Dejando a la pelinegra estática en su posición procesando lo que acababa de pasar. La mente de divergente solo podía sobre pensar, repetir una y otra vez esa secuencia de números. ¿Significaban algo?, realmente no lo hacían, pero no dejaban de repetirse. Lo extraño era que solo lo malo se repetía.

¿Y lo bueno?

1,2,3.

1,2,3.

1,2,3...

El dolor salía de sus ojos y corría libremente por su rostro. En su boca entraban pequeñas gotas de aquel dolor, no tenía un buen sabor. Era demasiado salado como para ser bueno, sus ojos permanecían cerrados, pero aquello no impedía que el dolor se derramara. Se estremecía incómodamente en aquel lugar.

¿Qué quería lograr?, daba vueltas y vueltas, ¿Lo iba a lograr?

Llegó al extremo del lugar, debido a que no había más espacio que pudiera sostenerlo él cayó. Y fue en ese entonces cuando abrió sus ojos...

Las lágrimas aún seguían corriendo libremente por mis ojos, mientras estaba sentado en la silla del escritorio a la luz de una lampara, mi brazo derecho dolía debido al golpe provocado cuando me caí de la cama. Eso no me impidió recatar aquel sueño que había tenido, ¿realmente había sido un sueño o solo un recuerdo que permanecía bloqueado? Fuera lo que fuera no lo olvidaría más, debido a que todo estaba grabado en mi libreta. Libreta que en este instante tenía tantas gotas de lagrimas que parecía haber pasado por una tempestad.   

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