No podía dejar en pensar, en como cambiar para encajar.
Encajar no es lo que quiero, seré diferente, no porque lo deseo.
Aquellos me veían mal, criticaban mi hablar y mi caminar.
Mi forma de ser y mi provenir, era algo que ellos no podían ver sin reír.
Silencio no podía guardar, "Eres muy callada, deberías hablar".
No me podía alejar, "¿Por qué nos abandonas?" oía cada vez más.
Opiniones no podía dar, "realmente me haces sentir mal".
Decidí callar para no lastimar, alejarme para no molestar.
Mientras menos me veían, un bien les hacía.
Tenía que pasar desapercibida, porque realmente esto no era vida.
¿Cómo podría yo vivir así? Esta mente realmente me hacía sufrir.
No todo aquello era real, pero la mente lo multiplicaba cada vez más.
Atormentándome sin parar, sentía que estaba en un juicio en donde no paraban de hablar. Todo era gritos y prejuicios.
No había un orden en aquel lugar.
¿Esa era mi condena?
—Eres culpable por ser diferente, por no pertenecer a este lugar. Eres culpable por querer acabar, con nuestra paz y unidad. Deberás guardar silencio, si no quieres ser desterrada, sin derecho a un nuevo regreso.
Así me sentía, en un juicio delirante en donde me condenaban por todo lo que era o hacía.
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