|Capítulo 4|

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—. Buenos días —, entro neutra a la oficina.

—. No puedes entrar así a mi oficina —, reprendió la rubia al ver a Lucero entrar sin avisar.

—. No te creas tan importante —, frunció el ceño alzando sus dedos, esa mañana había amaneció con ganas de sacar de quicio a Itatí y siendo déspota lo lograría.

—. No lo creas tu —, escupió molesta, tenía el ceño fruncido y los ojos entrecerrados.

—. Te dije que estaría en un seguimiento de tu trabajo para saber si firmar o no contigo —, recordó, sentándose aún sin ser invitada, Itatí rodó los ojos, le estaba resultando difícil toda la situación con Lucero.

—. Te recuerdo que mis otras están en la sala de exhibición, no en mi oficina —, tomo asintió, siguiendo en suyo antes de ser interrumpida por cierta rubia de ojos ámbar.

—. Pero la dueña está justo frente a mi —, Itatí negó concentrada en sus papeles, debía mantener la calma.

—. ¿Y que ganas con mirarme, Lucero? —, cuestiono mirándola fijamente, alzando una ceja arrogante, Lucero se encogió de hombros frunciendo los labios.

—. Tal vez más de lo que imaginas —, aseguro presumida, riéndose en su interior del disgusto de la rubia.

—. Lo único que estás perdiendo es dignidad —, casi grito, levantándose de su silla, inclinándose hacia Lucero, siendo el escritorio la única división en ambas —. ¿O te parece muy decente dejarme fotos desnuda en mi escritorio? —, reclamo, cada vez acercándose al rostro de ojos ámbar, Lucero no se movió ni un centímetro, la rubia sin darse cuenta estaba a escasos centímetros de la boca apetecible de Lucero.

—. No —, respondió segura, alzando una ceja, sonriendo pícaramente —. Pero si divertido —, rio bajito —. ¿Creiste que esas fotos eran para ti? —, pregunto irónica, eran para ella —. Esas fotos eran la muestra de como quería mi retrato —, informo altanera —. ¿O solo viste la fotos y no leíste la nota? —, Itatí abrió los ojos, de había dejado al descubierto, recordando la peligrosa cercanía se retiró volviendo a sentarse —. No la leíste —, se burló, Itatí sentía las mejillas calientes de la vergüenza, Lucero había ganado esta vez.

—. No me dió tiempo de ver la nota, justo en ese momento llego mi prometida —, una punzada recorrió desde el vientre hasta el pecho de Lucero, tenía que recordarle su compromiso.

—. Ah, bueno —, disimulo su disgusto, jugando con su labio inferior entre sus dedos —. Nos vemos —, se levantó casi de un salto, el malestar que le provoca la prometida de Itatí aún sin conocerla era irreal.

—. Mañana abra una exposición —, comento, haciendo detener a la rubia a mitad de camino, se giró para prestarle mayor atención —. Es a las afueras de la ciudad, no mía, es de una colega —, termino de explicar, Lucero asintió sin mucho interés —. Iré sola y ya que tanto insistes en hacerme un seguimiento —, comento irónica rodando los ojos, Lucero rio solo para ella, algunas cosas no cambiaban en Itatí —. Tal vez al ver la obras de esta persona dejes de fastidiarme y te cambies de compañía —, sonrió con odiosidada, Lucero se mantuvo sería, sin mostrar la emoción que le producía estar a solas con la rubia.

—. ¿Y que si no quiero ir? —, la rubia se encogió de hombros.

—. Nada fuera de lo normal —, respondió —. Buscaría a otra persona.

—. Si voy —, se arrepintió de inmediato de su respuesta tan rápida, pero el solo pensar que otra persona iría le hacía la peor de las gracias.

—. Perfecto, te busco en la noche —, Lucero alzo las cejas con interés —. Anótame tu dirección —, deslizó un papel y un bolígrafo por el escritorio, Lucero anoto la dirección rápidamente —. Nos vemos —, tomo el papel, guardandolo en uno de los cajones.

Volvió a retomar su camino fuera de la oficina.

—. Lucero —, llamo impulsiva la rubia, sin girarse se quedó en su lugar para escucharla —. Luces hermosa —, susurro, Lucero sonrió con las mejillas sonrojadas saliendo de la oficina dando a entender que aquel comentario no le había afectado.

Itatí se regañaba mentalmente su imprudencia, la única mujer hermosa en su vida era Alice, Lucero era cosa del pasado.

Con los latidos acelerados subió al auto, emocionada y un tanto ilusionada.

Debía lucir perfecta para la noche.

El día paso rápido, Lucero en el fondo lo agradecería, había mantenido la mente ocupada y ahora podía sentir las ansias de ver a la rubia.

Itatí por otro lado había olvidado su compromiso con Lucero, envuelta en las sábanas sobre Alice era todo lo que tenía en la cabeza.

Los minutos pasaban rápidamente, llenando cada vez más de nervios y furia a la rubia de ojos ámbar, Itatí siempre era puntual.

—. Debo irme —, canturreo, al sentir nuevamente los labios tibios surtir efecto en la piel de su cuello —. Alice —, se quejo, quitándose de sus brazos, huyendo fuera de la habitación. Se sentía mal, llevaba dos horas de retraso en buscar a Lucero —. Alice —, chillo al sentir nuevamente la boca húmeda en su punto sensible, se removió evitando las sensaciones para marcharse —. Te amo —, la beso a medias en lo que caminaba en reversa para salir —. Nos vemos el lunes —, pasaría el fin de semana con Lucero en aquella presentación, una locura.

—. Llámame —, vocifero haciendo señas, Itatí asintió dentro del auto, conduciendo rápidamente hasta el hotel.

—. Hola —, saludo nerviosa, avergonzada de su tardanza.

—. Hola —, saludo ácida, subiendo al auto sin mirarla.

—. ¿Estás enojada? —, pregunto al poner el auto en marcha, sus facciones estaba duras pero su mirada reflejaba indiferente, el tiempo que habían estado separadas le había costado al punto de ya no leer sus expresiones.

—. No.

—. Lamento la tardanza, tuve unos asuntos importantes que resolver —, explico, moviendo sus manos frenéticamente; Lucero asintió sin mirarla aún —. ¡¿Podrías mirarme?! —, exclamó fastidiada, Lucero la miro sin expresiones claras, solo sería.

—. ¿Que ganaría con mirarte? —, pregunto encogiendose de hombros, Itatí la miro sin entender.

—. Bueno, no lo sé —, parpadeo confundida.

—. Nada Itatí, no ganaría nada —, respondió seca, recostando su cabeza a la ventanilla.

Un suspiro irritado inundó el silencio, eran tan difíciles de comprender la una para la otra siendo tan fácil su situación.

—. Pasaremos el fin de semana juntas —, recordó tranquila, mirando a Lucero de reojo —. No puedes ignorarme siempre —, razonó, Lucero se encogió de hombros —. Bien, Lucero...

Por dentro estaba feliz de tener la atención de la rubia, si estaba enojada pero también sentía la terrible necesidad de besarla.

BLINDFOLDED ✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant