|Capitulo 13|

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La cama la sentía incómoda, el calor de los recuerdos la tenían dando vueltas sobre las sábanas.

Una vez se estaba castigando con las decisiones tomadas, preguntándose una y otra vez como sería su vida si habría elegido a la rubia.

Definitivamente su vida estaría mucho mejor que ahora.

Se levantó por un vaso de agua, estaba sedienta.

Tomo el móvil verificando la hora, pronto amanecería y no había dormido nada.

Quiso llamarla, saber si estaba dormida, si estaba sola y sin tan solo por casualidad pensaba en ella.

Quiso pedirle que volviera, que sus noches eran eternas y que dormir había dejado de ser lo mismo desde que dejó de hacerlo entre sus brazos.

Que ya no se sentía la misma, que ya no tenía con quién desahogarse y que había sido una tonta por dejarla de lado y pensar que podía ser reemplazable.

Quiso llorar nuevamente y derrumbarse, perderse en el abismo de sus pensamientos y desaparecer unos instantes.

Tomo aire, dejo el móvil sobre las sábanas y fue a la cocina.

Se bebió el agua en un solo trago, refrescando su boca seca y su garganta dolorida.

Exhaló, buscando una justificación a sus decisiones, su hija, siempre era su bebé.

Pensó el Lúa y su matrimonio, en si había sido lo correcto, ya era tarde para arrepentirse y como si fuera parte de su rutina volvió a cuestionarse todo lo mal que había hecho.

—. ¿Qué haces despierta? —, pregunto la ojiverde somnolienta, el frío la había despertado y ahora entendí porque, la rubia estaba en la terraza.

—. No quise despertarte —, se disculpo en un murmullo, volviendo a la cama.

—. Me despertó el frío —, rio divertida —. Pero, ¿Qué haces despierta? —, volvió a cuestionar, entrelazandose con la rubia.

—. La boda —, susurró, la ojiverde la miro curiosa.

—. Se que los días pasan rápido, pero todo está perfecto —, alentó, frotando sus manos en sus brazos como si aquella caricia transmitirá seguridad.

—. Lo sé —, sonrió a medias —. Tonterías —, la beso despacio, sintiendo como su piel de herizaba debido al amor que sentía.

Dejo el desayuno casi completo, el apetito no estaba a su favor y comer sola no era opción, se había acostumbrado a compartir sus mañanas con Lúa y justo esa mañana no estaba.

Tomo sus cosas y fue por una ducha fría, tenía las ojeras marcadas y estaba agotada, había amanecido y ella simplemente no había dormido.

Agradeció ver el tiempo correr, debía ir al estudio de la rubia.

Su móvil sonó sacándola de sus pensamientos apresurados.

—. Aló —, contesto sin mirar la pantalla, con un tono de voz distraído.

La rubia quiso reír, su voz tenía cierto parecido aniñado, como la voz que contestaba sus llamadas.

—. Lucero —, dijo en modo de saludo —. Solo llamaba para confirmar la hora y decirte que la dirección la tienes por mensaje —, hablo apresurada, en voz baja.

—. Gracias —, contesto algo extrañada, no entendía sus cambios pero cada vez le encantaba más.

La rubia cortó la llamada sin despedirse, Lucero fue hasta el lugar indicado.

Las calles eran de una zona exclusiva de la ciudad, alejadas del centro pero transitadas a la par.

Se podía apreciar el arte en todo su esplendor, desde estudios de fotografía hasta el escuelas de música.

El lugar desbordaba tranquilidad.

Se guío por el par de números que marcaban la dirección, al fin dió con una puerta que daba a un sótano.

Tocó un par de veces, dudando de la veracidad del lugar tan escondido par el gusto de la rubia, tocó de nuevo y finalmente hubo respuesta.

Afirmando una vez que la rubia había cambiado mucho más de lo que podía imaginar.

—. Hola —, saludo algo distante, Lucero le sonrió levemente bajando los escalones tímidamente.

Observando la decoración tan cálida y sutil del salón, los colores cafés y rojizos marcaban un estilo clásico antigüo moderno, y el aroma a rosas complementaban la idea tan acertada de la rubia.

—. Es hermoso —, adulo mirándola por unos segundos al llegar al último peldaño, había comenzado a temblar dudando de lo que haría, no había planeado desnudarse para una pintura.

—. Gracias —, sonrió, mirándola fijamente.

—. ¿Qué? —, pregunto mordiendo su labio inferior, qué debía hacer.

—. ¿Cuál es tu idea? —, no lo había pensado, sonrió a medias, ideando rápidamente lo que quería.

—. Este lugar me parece maravilloso —, comento —. Está ventana sería el fondo ideal —, apunto a la enorme ventana por dónde extrañamente entraba luz natural y su fondo era simplemente un campo de flores —. El sillón está perfecto —, un cubo de cuero negro con diseños marcados en vinotinto —. Definitivamente el lugar es ideal —, sonrió, amaba su creatividad para escapar de sus momentos.

—. Quién no te conozca diría que tenías todo planeado —, rio —. Pero ambas sabemos que no, así qué que bueno que te gusta mi estudio —, guiño cómplice, Lucero rio.

—. Bien —, rio, observando como la rubia movía el cubo y extendia más las cortinas para dejar un paso más claro de luz natural y el fondo perfecto de la ventana.

—. ¿A color? —, pregunto observandola por unos segundos, buscando carboncillos y libretas.

—. Solo el último —, afirmó, se estaba arrepintiendo de su idea.

—. ¿De verdad quieres una colección completa? —, pregunto aún sin creerselo del todo, la rubia de ojos ámbar asintió —. Bien —, comento extrañada.

—. Sé que son muchos, pero no me importa —, si que le importaba, pero no lo dejaría ver ante Itatí.

—. No lo digo por eso —, aseguro —. Pero es incómodo pasar tantas horas en una misma posición... Desnuda —, la miro de arriba a bajo, lentamente, erizando su piel de nervios —. Pero si es tu decisión —, se encogió de hombros, sentándose frente al caballete —. Puedes desnudarte cuando quieras —, comentó neutra, haciendo bocetos desprolijos en la libreta vieja.

—. ¿Cómo? —, frunció el ceño.

—. Sí —, asintió mirándola fijamente —. Puedes desnudarte cuando quieras —, repitió tranquila —. Eso es lo que quieres, ¿No? —, cuestiono alzando una ceja —. Un desnudo —, Lucero asintió tragando en seco, dejando su bolso sobre el escritorio lleno de papeles desordenados.

—. ¿Y luego que me desnudé? —, pregunto volviendo al mini sillón, observando curiosa como se sentaría ahí sin parecer una cualquiera.

—. Buscaremos la mejor posición para ambas —, comento distraída, sin saber lo que aquello afecto a la mente de la rubia de ojos ámbar —. Para dibujarte cómodamente —, finalizó con una sonrisa pícara, lo había hecho a propósito.

BLINDFOLDED ✔️Where stories live. Discover now