Capítulo 13: Un obsequio para el Mahzaár.

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Alistar, el anciano rey de Eldoria, heredaba la sangre de los fundadores del reino, un pueblo en las montañas que llegó a convertirse en una de las regiones más grandes de Caesias. Debería sentir el orgullo de su ascendencia, pero solo sentía el dolor de sus huesos. El último anciano de una larga lista de ancianos. Aquella noche los custodes habían entrado en sus aposentos, y montaron guardia ante unos atacantes que nunca llegaron. Pero el resto del castillo no había tenido tanta suerte, mientras se dirigía al gran salón pudo ver varios cadáveres: soldados, siervos del castillo y aquellos que habían osado atacar al corazón mismo del reino.

En el gran salón aún quedaban los restos de la celebración truncada. Las velas estaban apagadas, por lo que la única iluminación dependía de las primeras luces despuntaban en el cielo y se colaban por los grandes ventanales proporcionando una ambientación cuasi mística . Alistar entró acompañado de los seis custodes que no se habían separado de él, observó a los presentes que le aguardaban, el ambiente estaba cargado de tensión.

En el salón se encontraban además de algunos de los principales nobles, el consejo al completo: Elarion: canciller del reino, Lúcian y Lyra: los principales consejeros, Ocrin: primer general del ejército, y por supuesto, su hijo, el príncipe Aric. También estaban presentes, Ritmon, un hombre menudo y de marcadas ojeras que gestionaba el castillo, y Camille, una mujer de mayor estatura que el resto de los presentes: jefa de la guardia y del cuerpo de alguaciles de Aelthur.

El príncipe estaba sentado en el trono, sujetando el pomo de la espada que apoyaba en el suelo como si fuera un cayado, tanto él como la hoja estaban aún salpicados de sangre. A Alistar le pareció una visión grotesca. Presentarse a una reunión del consejo de esa forma y con una espada desenvainada era una falta, que por lo visto nadie se había atrevido a señalar. Aric, ante la llegada de su padre se levanto dejando libre el trono en señal de respeto. Pero un escalofrío recorrió la espina dorsal del rey cuando su hijo le miró directamente, se sintió atemorizado por su propio hijo, como si este le reprochara en silencio que no se hubiese enfrentado él mismo a los atacantes. Se fijó que su mano derecha seguía vendada, pero el vendaje estaba empapado y goteando sangre. Casi había perdido el brazo en Lorato, pero eso no le impidió ajusticiar a los asaltantes aquella noche.

En las miradas de los dos custodes que estaban junto a su hijo se podía distinguir el orgullo. El rey conocía muy bien las simpatías que despertaba su hijo, las mismas que él nunca logró. Muchas veces tenía la impresión que muchos esperaban que su muerte llegara pronto para coronar a su hijo. Era por eso mismo que el rey sentía que odiaba a su hijo tanto como se enorgullecía de él. No quería ser recordado solo por ser el padre de Aric. Su reinado había sido marcado por la aparición del enjambre y su única luz fue la de no ver su reino tan menguado como el resto. Eldoria se mantenía en pie, cuando las radiantes ciudades-estado y el mismo imperio de Veridia habían caído. Pero incluso así Alistar sabía que solo sería recordado como un rey mediocre. Estaba decidido de que no iba a permitir aquello, aún no había muerto y vería su nombre brillar antes de su última noche.

— ¿Podemos empezar? —preguntó el príncipe con tono grave.

— Informadme —ordenó Alistar, intentando tomar el control de la reunión.

— Cerca de setenta bajas, algunos nobles, pero principalmente guardias y siervos del castillo. El doble de heridos. Hemos contado cuarenta cuerpos de atacantes. —comenzó a decir Camille con expresión seria—. Creemos que algunos han conseguido escapar. Capturamos a cinco vivos, de momento sabemos que forman parte de un grupo autoproclamado "La Hermandad"

— ¡¿Cómo han podido entrar un ejército al castillo?! —preguntó Ocrin furioso dirigiéndose a la capitana de la guardia—. ¿A qué nación pertenecen?

La marca del protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora