Capítulo 14: ... de una forma equivocada.

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Sentía que le iba a estallar la cabeza. Nada más llegar las noticias la habían golpeado una detrás de otra. El rumor de su llegada la adelantaba por muy poco, por lo que la mayoría se sorprendía al verla. Al entrar en la guarida, la atención de todos se posaba en ella, miradas cargadas de respeto y miedo. Las cabezas se inclinaban, evitando su mirada feroz; alguien tendría que pagar un alto precio por las acciones de la pasada noche. ¿Cómo había ocurrido? ¿Cómo habían sido tan estúpidos? Ninguno de estos inútiles se atrevió a detener aquella locura. Pensó la mujer mientras se abría paso entre los presentes. Tenían poco tiempo, tendrían que abandonar aquella localización, posiblemente abandonar todas las guaridas que hubiesen utilizado hasta ahora.

Leona emanaba una presencia que desafiaba su físico, ya que de no conocerla fácilmente podía pasar desapercibida en cualquier lugar. Las huellas del tiempo empezaban a ser predominantes en su rostro, su cuerpo robusto reflejaba a una mujer que había luchado toda la vida por sobrevivir y cuidar de los suyos. En su mirada se leían las historias de una vida forjada en la resiliencia y una cruda determinación de hacer todo lo necesario. No quedaba ya nada de su antigua belleza juvenil, sustituida por el atractivo tejido con hilos de experiencia y autoridad. ¿Pero qué importaba aquello? La apariencia, o como te perciben los demás por ella. Eso es solo válido para los que aún tienen algo que demostrar, para los que aún buscan su lugar en el mundo. Leona no buscaba encajar o adaptarse, ni siquiera sobrevivir a las circunstancias, Leona estaba decidida a extirpar los podrido del mundo.

Samael, que daba ordenes a sus hombres con una energía febril, percibió el cambio en la atmósfera, la tensión palpable en el aire. Se giró sobre sus talones, encontrándose con la figura imponente de Leona. Miró directamente a los ojos pardos de la mujer, donde encontró una chispa de desafío. Tomó aire para comenzar a hablar. Pero antes que pudiera, la mano de la mujer cruzo su rostro.

La bofetada de Leona resonó en la guarida como un trueno inesperado, obligando a más de uno a contener la respiración involuntariamente. Samael apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir un segundo golpe, por el que tuvo que hacer un esfuerzo por no perder el equilibrio. Al ver un hilo de sangre brotar del labio de Samael, la mujer contuvo el tercer golpe.

— ¿Cómo te has atrevido? —preguntó Leona con un tono de desprecio en la voz—. ¿Y por qué tú estás entre los muertos? Era lo mínimo que podrías haber hecho.

Finalmente, dio el tercer golpe. Samael no se atrevió a apartarse o cubrirse. Ya había hecho enfurecer a la líder de la hermandad. Cualquier cosa que hiciera solo lo empeoraría.

— ¡Contesta! —ordenó la mujer—. ¿Por qué diste semejante orden en mi ausencia?

— Aproveché la oportunidad —contestó Samael, con una voz cargada de un resentimiento—.Ya era hora de actuar, teníamos la oportunidad de acabar con Alistar y toda su sucia estirpe.

— ¿Ah, sí? ¿Es eso cierto? —preguntó Leona con mordaz ironía, mirando desafiante a su alrededor—. Entonces, que alguien me responda. ¿Ha muerto el rey? ¿Su hijo? ¿Algún consejero? ¿Ha merecido la pena las muertes de nuestros hermanos?

Las preguntas de Leona no solo encontraron silencio y como respuesta, miradas esquivas llenas de vergüenza.

— Dime ahora —dijo Leona, encarándose nuevamente a Samael—. ¿Cuántos de los nuestros han encontrado la muerte? ¿Cuántos han sido capturados y estarán siendo torturados ahora mismo?

Antes de que Samael pudiese tan solo pensar, recibió un nuevo golpe, esta vez con el puño cerrado. Se tambaleó mientras retrocedía y se llevaba la mano a su labio que empezaba a sangrar profusamente. Tras una señal de Leona un par de hombres le sujetaron por los brazos. Con una frialdad que calaba los huesos, la mujer se giró dándole la espalda a su antiguo lugarteniente.

La marca del protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora