IX | En el ojo del huracán

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«Luces, champaña, abrazos, vitores, felicitaciones, el himno nacional, un trofeo en la mano. Nada de eso tiene un punto de comparación, Charles, una vez que has pasado una vida deseando la gloria es como volver a nacer»

Charles sabe que si, no importa como se siente al respecto de él, sabe que tenía razón en ese entonces, lo tiene ahora. Cuando es alcanzado por su equipo, por Carlos, todo parece encajar perfectamente en el lugar indicado. Charles nunca había pensado algo tan egocéntrico como que pertenecía al podio, a la gloria, a la belleza de ser admirado. Sin embargo, Charles sabe como se siente, como se ve, como actúa y sabe que todo eso se debe a que ganó la primera carrera de la temporada. Una parte mezquina de él todavía le recuerda que fueron ciertos detalles, otra parte le dice que no importa nada porque ha ganado, la parte mezquina llama a esa parte un tipo de mediocridad que Charles condena sin detenerse a pensar, realmente cree que merece haber ganado.

Toda la carrera sigue grabada detrás de su retina, es como un sueño del que no quiere despertar, saber que no está soñando solo hace que todo sea mejor. Como si las cosas pudieran mejorar, Charles sabe que es buena la recuperación, luego del accidente en las practicas de pre-temporada y todo eso, Charles no deja de pensar que ese día en especifico donde llovió sobre la pista en medio de las pruebas, fue el mismo lugar donde ha ganado el Gran Premio. Son como dos coincidencias poco probables pasando en tan poco tiempo, perfectamente caótico.

Si nada en el mundo es probable, la paradoja es que al mismo tiempo todo lo es.

El tiempo se le escapa de las manos en medio de la euforia, realmente no registra las cosas que suceden en el momento e que lo hacen, todo pasa en cámara lenta por su cerebro, parece difícil de identificar cada cosa que sucede y al final solo le quedan resquicios de los eventos pasados. Parece como neblina, no le importa en realidad, sabe que está feliz, sabe que ganó, todo lo demás está en segundo plano y no es importante. Aun así le pareció que las entrevistas posteriores fueron un infierno infinito, tuvo que responder las mismas preguntas una y otra vez, manteniendo la sonrisa educada y una expresión de interés, solo cambió algunas palabras por otras que significan lo mismo y a las preguntas en francés o italiano las extendió más solo porque se siente cómodo en esos idiomas más que en el inglés, pero no importa realmente.

Charles ahora está con el equipo en la hospitalidad de Ferrari, para una pequeña celebración posterior a la carrera y Charles es abrazado por cada miembro del equipo, del personal general, Sylvia le revuelve los rizos mientras es abrazado por Danny. Un par de minutos después está con Carlos de camino al hotel mientras el mayor entre los dos maneja en silencio, todavía se siente la emoción en el aire, pero está tranquila y reposando. Será bueno por un par de semanas, servirá de motor para el corazón y alimentará a la ansiedad cuando quiera comerse sus esperanzas.

Carlos lo insta a subir antes, en el parqueadero se ha encontrado con Lando y quiere verse con él a solas. Charles le da un abrazo a Lando antes de marcharse y dejarlos solos, de todas maneras no es su problema la forma en que las personas manejen sus amistades, Charles también prefiere estar a solas con Pierre a compartir su tiempo con alguien más. Mientras en el ascensor descansa un momento con la melodía relajante en los pequeños altavoces, Charles es consiente de la ausencia de Max en todo el tiempo pasado, los eventos posteriores y como prácticamente había huido después de la celebración en el podio. Varios lo habían felicitado, otros pilotos, Logan lo hizo girar en el aire, Lewis lo estrecho en un fuerte abrazo y le besó la frente con dulzura para él desconocida. Sin embargo Max no apareció en ningún momento, ni para hacer malos comentarios o para fingir una tregua y sentirse feliz por él.

Una parte de su mente le dice que así está mejor, que no lo necesita, que no le importa; otra parte sufre ante la idea de que a Max no le alegre su victoria de esa tarde, que no le interese, que realmente se haya ido para no verlo porque no quiere hacerlo. Charles no espera que Max simplemente esté contento por su desempeño, por su personalidad y todo lo que eso implica, y aun así todavía tenía una ligera esperanza en lo profundo de su corazón. Al abrirse las puertas metálicas, Charles cae en cuenta de que realmente no tiene que pensar en el otro hombre, que lo olvide, que lo ignore. Al mismo tiempo se da cuenta que el ascensor ha parado dos pisos más arriba, que está en un pasillo incorrecto, que está viendo algo que no debería y que simplemente debe darse la vuelta e irse.

Probabilidad de caos | Lestappen  Where stories live. Discover now