Capítulo 45

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—¿Es eso cierto? —Me pregunta con un hilo de voz tras la explicación de Valeria y cuando asiento, busca una silla para sentarse. Mira al vacío mientras trata de procesar lo que acaba de escuchar, niega con la cabeza, balbucea algo que no entiendo y de nuevo se pierde en sus pensamientos.

—Le has fundido el cerebro a tu padre, Valeria —Nerea ríe a carcajadas arrastrándonos a los demás.

—Así que... ¿Mi nieto será un Renard? ¿Un Renard de los de verdad?

—Eso parece —Valeria sonríe.

—Entonces, a ver que me sitúe. Tu novio es el hijo de los Renard...

—¿Novio? —Me mira nerviosa—. Eh... Papá, de eso te quería hablar...

—¡Podré conducir sus coches! —Se pone de pie, interrumpiéndola—. Tengo que contarle esto a mi cuñado. ¡Se va a pudrir de la envidia! ¿Quién es el fracasado ahora? ¿Eh? ¿Quién? ¡Se va a cagar!

—Papá. No... No es cómo crees. Valentin y yo no...

—Voy a llamarle —dejando a Valeria con la palabra en la boca, saca su teléfono del bolsillo y marchándose a la cocina, nos deja solos.

—Herme, Hermenegildo. Espera. Eso está muy feo. No lo hagas... —Su madre camina tras él.

—Mamá, papá, escuchad. ¡Joder! —Coloca las manos en su cintura y se gira hacia Nerea buscando ayuda—. Deben saber que no será así... Valentin y yo no somos nada, ni nunca lo seremos. —Valeria me mira, preocupada por lo que está ocurriendo y, aunque disimulo, no puedo evitar que me duelan sus palabras. Sé que es cierto, pero escuchárselo decir, me daña. No quiero separarme de ella

Hace el intento de ir tras ellos y Nerea la detiene.

—Guárdate eso para otro día, tu padre no aguantará más asaltos hoy. ¿No viste que casi te lo cargas antes? Dale un respiro, mujer.

—Pero es que se está haciendo ilusiones y cuando sepa la verdad, se llevará un gran batacazo... —indica apenada.

—Bueno, tú déjale que vaya a joder a su cuñado un rato. Le vendrá bien mientras lo asimila. —De pronto, alguien llama a la puerta y Nerea parece saber quién es—. ¡Voy yo!

Se marcha dejándonos solos y Valeria resopla nerviosa.

—Tranquila. Lo peor ha pasado ya. Acabas de darles la noticia y no parece que se lo hayan tomado muy mal. —Me acerco a ella para tomar su mano y me mira con tristeza—. ¿Estás bien? —le pregunto al darme cuenta.

—No. No estoy bien. Creo que esto me está empezando a superar ya. —Traga saliva—. ¿Y si en el fondo mi padre tiene razón? Tú estás a punto de volver a Francia y yo me quedaré aquí, sola, cuidando de un bebé al que tendré que entregar la mayor parte de mi tiempo.

—¿Te arrepientes? —La miro atento. Me preocupa eso.

—No. No es eso —responde aturdida—. No me arrepiento, pero admito que tengo miedo. No sé si sabré hacerlo bien. ¿Qué le diré cuando me pregunte por ti?

—La verdad.

—¿La verdad? Un niño jamás podrá entender eso... ¿Cómo le explico que su padre...?

—Hola, chicos —Marcus nos saluda.

Estábamos tan metidos en la conversación, que ni siquiera le hemos escuchado entrar.

—¡Ey! —Le devuelvo el saludo, pero noto algo extraño en él—. ¿Todo en orden, amigo? —Su semblante es demasiado serio.

—Necesito que hablemos. Es importante. ¿Tienes un momento?

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now