Finalmente, luego de tantos procesos burocráticos y estresantes, mi hermana ya podía empezar a descansar en paz. Pero aquello definitivamente no significaba que nosotros ya pudiéramos avanzar libremente en nuestros caminos como si nada hubiera pasado.

Todavía dolía la ausencia de Nae. Mirar el teléfono y no tener su seudónimo en mis notificaciones, me hacía nudo en el estómago. No importaba cuánto tiempo llevara llorando, al final volvía a bramar a moco tendido cuando su rostro llegaba a mi mente.

Fui estúpida al pensar que tres días me iban a ser suficientes para dejarla ir. El sol y la luna pasaron por mi ventana unas cuantas veces y mi corazón seguía tan marchito como el día que recibí esa llamada. Afortunadamente, Hyunjin no se retractó y su permiso continuó vigente para cuando lo llamé arrepentida por mi falsa valentía.

Ahora tenía vacaciones. Se supone que mi nota para el periódico sería prolongado hasta para finales de otoño y en estos días únicamente tenía que preocuparme por desechar todas mis lágrimas y limpiarme el corazón de las tristezas. Pero estaba siendo difícil porque la soledad de mi casa me obligaba a querer llamar a mi hermana y pedir su presencia.

Basta.

Me levanté de la cama. Arrastrándome como una lombriz por el colchón. Había perdido la razón del tiempo y ahora el sol estaba en su punto más alto donde su calor se desprendía lejanamente por mis ventanas. Mi piso parecía estar completamente vacío, ahogado en un silencio tormentoso, que me dejaba escuchar perfectamente la alegre noticia sobre el matrimonio del hijo de la señora Kim.

Decidí ignorar la voz armoniosamente chillona al otro lado de la pared y me obligué a caminar hasta la cocina. Incluso resultó estruendoso el ruido del chorro de la agua que rellenaba a mi vaso. Me sentía hipersensible y poco me faltaba para sentir que se me iba a salir el corazón del pecho. No obstante, todo empeoró completamente cuando el timbre del departamento resonó.

Un nudo se instaló en mi estómago. Las piernas me temblaron y la sensación de pánico me ahogó en un tormento. No esperaba a nadie, no había pedido comida a domicilio y muy pocas personas sabían la dirección de mi hogar. Pensar que había alguien extraño afuera me espantó por completo. No sabía cómo hacer si se trataba de un ladronzuelo, o un asaltante con mano armada. Tampoco sabía que hacer con vendedores, mucho menos con protestantes en busca de cambiar mi mentalidad.

Bajé con máximo cuidado el vaso en la mesa. Respiré hondo y lo más silencioso posible, acercándome a pasitos lentos hasta la puerta. Ahora eran toques insistentes en la puerta, no eran escandalosos, claramente, sin embargo, eran suficientes para hacerme querer perder la cabeza. Pensé en llamar a mis padres, pero el pensamiento se fue al garete cuando recordé que no iban a estar en la ciudad unos días. La posibilidad de llamar a Hyunjin también fue tentadora, pero no podía molestarlo con situaciones tan estúpidas como el hecho de estar sufriendo una crisis porque hay alguien llamando a mi puerta.

Pero entonces los toques se silenciaron y ya no se escuchó a nadie. Exhalé todo el aire en mis pulmones, sintiéndome aliviada, mis oídos seguían afinados y la piel se me hizo chinita cuando esta vez fue la puerta de la señora Kim la que sonó dentro del piso vacío. Retomé el pequeño camino y me acerqué lo más cuidadosa posible a mi puerta. Miré por la mirilla y no hubo nadie ahí enfrente.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó la señora Kim.

Me giré sobre mis talones, en busca de mi sombrilla. No éramos las mejores vecinas, siempre se quejaba de mi "ruido" y teníamos unos cuantos debates que nunca llegaban a una misma conclusión. Sin embargo, pensar en que quizá pueda meterse en problemas me fue escandaloso, así que tomé mi arma improvisada y pegué la oreja en la puerta, esperando escuchar algo.

EL VERANO DE AYER || HAN JISUNGWhere stories live. Discover now