Era difícil andar en la carretera sin un teléfono celular a la mano. De pronto me sentía tan paranoica y pensaba que en cualquier momento realmente iba a necesitar de llamar a Chan, pero claramente esto era un suceso que no iba a suceder, y a juzgar por mi historial, probablemente la presión en mi estómago no era otra cosa más que un miedo estúpido creado por mi propia cabeza miedosa.

A este punto, no tenía ni la más remota idea de cuánto tiempo llevaba viajando en la carretera. Sólo era consciente de que ya la voz de Nayeon se había desvanecido en el silencio tras un último 'te amo', y que yo seguía manejando derecho, con los ojos hinchados, esperando a que la maldita señalización se presente en frente a mí.

No obstante, no pude evitar preocuparme cuando evidentemente la luz del sol se vio cambiante. Si bien no me gustaba salir a la calle, tampoco podía considerarme libremente una estúpida como para no saber que mi viaje de ocho horas se iba a terminar incrementando debido a estas torpes paradas. A juzgar por la temperatura del ambiente y las tonadas cálidas de mi alrededor, podía decir que eran por ahí de las 4:00pm o 5:00pm.

Dentro de todos mis intentos de supervivencia, logré descubrir que era increíblemente pésima tratando de guiarme con ayuda de un mapa. Así que ahora estaba resignada a que en mi campo de visión siguiera existiendo únicamente el campo verde y los bosques. O al menos eso pensaba hasta que vi el cercado de un terreno. Bajé la velocidad del auto y tuve que tragarme un grito cuando vi frente a mí la construcción de una casa sencilla que era rodeada por un enorme jardín.

"Hogar de los mayores".

Me detuve en el estacionamiento y me quedé tragando grandes bocanadas de aire dentro del auto, ayudándome a tomar el coraje de avergonzarme con tal de conseguir prestado un teléfono para mejor sí llamar a Chan, antes de que suceda una tragedia.

—Tú puedes, tú puedes, tú puedes, tú puedes...

Renové una vez más mi oxígeno, tomé mi bolsa y con todas las fuerzas del mundo me obligué a abrir la puerta, dejándome golpear por el calor de la tarde. Jugueteé con la llave, pretendiendo colocar el seguro del auto, mas finalmente tuve que detenerme cuando escuché el golpe de una puerta al costado mío que indicaba se había cerrado. Entonces, las probabilidades de encontrar a una persona fuera y ahorrarme la pena de ingresar al edificio, me resultaron alentadores. Presioné la correa de la bolsa entre mis dedos y me apresuré a llegar a la entrada y tocar.

Mis golpes fueron altaneros, pero no detestables. Fueron unos segundos únicamente los que tuve que esperar para que las puertas de metal se abrieran. Y mi sonrisa se tambaleó cuando fui recibida por un chico.

Su piel canela era preciosa, era un poco más alto que yo, sus cejas negras se arrugaron un poco, sus mejillas regordetas se agitaban en un suave movimiento y sus ojos brillaban intensamente, preguntándome sin palabras sobre mis intereses. Todo lo suficiente para dejarme en un estado de idiotez.

—Ah... Ho-hola —reverencié.

—Hola, ¿vienes a ver a alguien? Hoy no están habilitadas las visitas a nuestros viejos...

—Oh —negué, haciéndolo callar—. Eh... Yo... —solté mi aire y tomé uno nuevo—. Yo..., estoy de viaje, pero mi teléfono se averió y bueno, necesito comunicarme con alguien.

—Ah, entiendo —murmuró, abriendo más la puerta—. Me gustaría ayudarte ahora, pero con el pueblo, nos hemos quedado sin electricidad desde hace dos horas, sin embargo puedes quedarte un momento y esperar, si quieres.

Su voz fue amable, pero el mensaje de sus palabras fue desalentador. Sentí que la sangre me bajaba a los pies y que todo mi mundo se deshacía. A pesar de su buen acto, no podía aceptar, no podía quedarme en un sitio desconocido y esperar, pero a que terminen asesinándome como en aquellas películas de terror donde las visitas son torturadas y convertidas en la cena de una semana.

—Ah, yo..., está bien, simplemente seguiré mi camino entonces... Gracias, igualmente.

—De acuerdo, entonces ve con cuidado, supongo.

Le agradecí con una reverencia y me giré sobre mis talones sintiendo la toalla de la derrota que se arrastraba tras mis pies. No miré atrás y me adentré de una al auto.

Pero no encendió.

Quité la llave y volví a colocarla, intentando una segunda vez, mas tampoco encendió. Automáticamente las mejillas me ardieron y el nudo en mi garganta se hinchó cuando me di cuenta de que sí o sí, el destino me estaba obligando a retractarme y volver bajo un aspecto lamentable.

Dejé caer mi cabeza contra el volante y me quedé escondida, escuchando la manera en la que probablemente Nayeon se burlaba de mí. Pensar en que probablemente el chico lindo se reiría de mí, me empezaba a atormentar de maneras escalofriantes. Ni siquiera podía pensar en cómo podía reaccionar si ese sujeto cambiaba de opinión y me cerraba la puerta en la cara por haber sido arrogante anteriormente. O incluso no podía siquiera pensar en cómo defenderme si comenzaba a burlarse abiertamente de mí.

—Aish... ¡Aaaaah!

El claxon resonó fuerte cuando lo presioné por accidente. El golpeteo en mi ventana me espantó y sentí que mi alma se había desprendido de mi cuerpo, a pesar de que los ojos del chico me miraban con cierta preocupación. Bajé el vidrio del auto y le miré, sonriendo miserablemente.

—¿Necesitas ayuda?

—Lamento haber actuado como alguien arrogante... Por favor, dame alojo.

El chico abrió los ojos, sorprendido, y yo realmente sentía que en cualquier momento mis ojos iban a comenzar a chorrear. Estaba abrumada. La vergüenza y la pena de este suceso se sentían como una enorme piedra que se asentaba libremente en mi espalda y que sólo tenía intensiones de aumentar su tamaño.

—Descuida, no fuiste arrogante y sí, puedo darte alojo.

—Gracias —exhalé.

Saqué la llave. Tomé mi bolsa y unas pocas cosas y bajé del auto, colocando el seguro.

—Soy Han Jisung, por cierto —se presentó, mostrándome los dientes en una preciosa sonrisa.

—Im _____ —correspondí, evitando a toda costa el alboroto en mi estómago.

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⏰ Last updated: Jan 11 ⏰

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EL VERANO DE AYER || HAN JISUNGWhere stories live. Discover now