Capítulo 41: Balada de estudiantes cantores

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Anastasia guardó el archivo; cerró la laptop y la apagó ―se puso de pie, apretó sus labios; pestañeó las lágrimas en sus ojos―; giró en dirección a su cama y se sentó sobre ella ―las luces de su cuarto estaban apagadas; todo estaba oscuro, vueltos en sombras; a excepción de la luz solar que se colaba por la terraza―; ella agachó la cabeza, hizo una mueca.

―En un momento así... solo se puede reír.

Pestañeó. Permaneció en silencio por minutos, como preparándose para algo... y ese «algo» era la desaprobación social, la invalidez, el mal ojo, la repelencia de sus compañeros universitarios ―Anastasia recostó la espalda en el colchón mientras miraba el techo―; Desde que destruimos su estatus en L'Chester, Anastasia no la ha pasado bien ―exhaló un largo suspiro―; ahora todas las despreciaban y se había ganado la mala fama de ser una perra manipuladora y traidora; ya nadie se le acercaba por miedo a que «se les pegara esa influencia negativa». Era tratada como otra gris invisible en el instituto; bueno para nosotros, porque estuvo bastante... neutral. No había amenazas, réplicas, y ya dejó de intimidar su existencia. Vagaba por la universidad como un fantasma mudo y triste; evitaba el contacto a toda costa; solo salía de su habitación, que se había vuelto su refugio, y solo volvía a él ―revisó la hora de su teléfono: ya empezó su clase; pestañeó―; ni un mensaje, llamada o notificación. Cerró sus cuentas en las redes sociales para dejar el acoso que se le hacía, muchos insultos y memes en contra de ella. Todo este ataque la estaba carcomiendo por dentro ―apagó el teléfono; respiró hondo, se levantó de la cama y se fue a la puerta de su habitación―; por supuesto que esa perra se merecía todo... ¡Y más! Admito que de verdad me sentía bien al verla así, tan acabada y sola ―trancó; comenzó a bajar las escaleras para eventualmente salir de los departamentos femeninos―; el hostigamiento hacia ella estaba lejos de acabar, apenas llevábamos dos días desde que se canceló la purga; y aunque su trimestre iba finalizando... aún tenía que sobrellevar esta situación por un tiempo más.

Karma.

[...]

Anastasia se encontraba al lado de la puerta del salón; oía las voces, murmullos de universitarios dentro ―apretó los puños a los costados; tragó saliva―; respiró hondo, exhaló, y sin pensarlo mucho tiempo, abrió la puerta del salón y entró ―en seguida, todos los presentes giraron a verla, incluido la profesora―; Anastasia permaneció de pie en el umbral de la puerta, mantuvo un rostro inexpresivo y serio; pestañeó, elevó un poco la mandíbula.

―Buen día para todos ―dijo mientras se dirigía a su mesa de estudio.

Frías miradas llenas de odio se clavaron en ella, despreciándola en silencio ―Anastasia tensó su cuerpo; mantuvo esos pensamientos de huir a raya e infló su pecho de aire―; se sentó al lado de una chica, esta torció el gesto en su cara en desagrado, onduló su labio superior, aquejada con el hecho de que se haya sentado a su lado ―tomó sus cosas, cuaderno, lápiz y teléfono y se puso de pie; se retiró del lugar mientras murmuraba palabrotas contra ella―; Anastasia se mantuvo firme, tiesa. Actuó como si no hubiera notado el desprecio que le ha mostrado en ese instante una chica... que anteriormente, pudo haberle temido y respetado ―apretó los puños sobre la mesa, pestañeó―; entrecerró la mirada, furibunda.

―¿Qué? ―dijo para romper el pesado silencio en el salón que se creó a partir de su entrada.

Cruzó los brazos.

―¿Vinimos a estudiar... ―ladeó la cabeza; echó una mirada despectiva a su alrededor, haciendo una mueca en gesto de desagrado―, o a desearme la muerte en silencio?

―Perra ―murmuró un chico en tono bajo tras ella.

Anastasia volteó a verlo; fulminándolo con la mirada.

Sexo Después De ClasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora