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Aún me resultaba increíble haber sido seleccionada para unirme a la nueva temporada de Street Dance Girl Fighter 2 en Corea. Mis primeros pasos en el mundo del baile comenzaron a los catorce años, cuando me sumergí en la industria del K-Pop. Jamás imaginé que lo que comenzó como una forma de entretenimiento me llevaría a la asombrosa experiencia de viajar a otro país.

Ahora mismo me encontraba navegando con el GPS coreano, pero la confusión se apoderaba de mí al verlo todo en caracteres que no comprendía. Miré a mi alrededor y continué caminando hasta dar con un acogedor restaurante. Al entrar, alcé ligeramente una ceja, sintiéndome un tanto desconcertada, y mi estómago rugió, recordándome que el hambre también era parte de esta aventura.

—Mhm... ¿qué debo hacer? Mejor como aquí... —dije guardando mi móvil mientras miraba el establecimiento.

Tomé asiento en una mesa y solicité un plato de Tteokbokki, un manjar que ansiaba probar desde semanas atrás. La espera fue interrumpida por la llegada del camarero con mi orden, un plato que se veía tan delicioso que casi me resistía a tocarlo.

Cedí a la tentación y, con emoción, me sumergí en su sabor. Al culminar la experiencia culinaria, desvié la mirada hacia el reloj. Mañana sería el inicio del programa, y aunque no me sentía del todo preparada, quería perfeccionar algunos movimientos de baile. Recogí la bolsa que llevaba conmigo y, antes de partir, la abrí para asegurarme de que todo estuviera en su lugar.

Mientras avanzaba hacia la salida, continué buscando entre mi bolsa, pero la tensión me invadió al notar la ausencia de mi móvil. Al detenerme para examinar más detenidamente, inesperadamente, colisioné con otra persona.

Al levantar la mirada, me di cuenta de que el vaso que sostenía la chica se había derramado, empapando completamente la ropa que guardaba en la bolsa.

Jeongmal joesonghaeyo. Geuleol uidoneun anieoss-eoyo —dijo la chica de pelo azul mirándome y intentándome ayudar.

Quedé sin palabras al ver que la ropa recién comprada para el programa estaba empapada de café. Hice gestos negativos hacia la chica, incapaz de articular palabras, y me apresuré a salir del lugar.

Al llegar al metro y dirigirme al edificio donde me alojaba, entré corriendo al baño y empecé a mojar y tratar de quitar las manchas de café desesperadamente. Con ayuda de un tutorial en coreano, logré meter la ropa en la lavadora.

Al tocarme la cabeza y negar, recordé mi móvil y me di cuenta de que debía concentrarme en la práctica del baile; el vestuario pasaba a segundo plano. Después de dedicar horas hasta la madrugada, observé la ropa tendida y, exhausta, me dirigí hacia la cama con la esperanza de que al menos se secara para el día siguiente.



***


La falta de sueño me dejó sumida en pensamientos durante toda la noche. Ahora, un nerviosismo inquietante me invadía al estar rodeada de enormes grupos en esa sala, donde muchas chicas me observaban fijamente, generando una incomodidad palpable.

—Olivia Garc.

Me levanté de la silla, nerviosa. Las manchas de café persistían en la ropa, así que decidí estratégicamente manchar algunas partes más para disimular. Siguiendo a una chica del staff, me golpeé las piernas y los brazos, preparándome mentalmente.

Cuando la puerta se abrió, ingresé, quedando impresionada por el vasto lugar. Tomé el micrófono que la chica del staff me pasó y sonreí mientras observaba a cada grupo.

—Hola soy Olivia, tengo dieciocho años y soy de Mexico, pero a los diez años me mudé en Canadá.

Observé cómo las mentoras suspiraban sorprendidas.

—¿Porqué tienes toda tu ropa manchada? —dijo Aiki mirándome.

—Ayer se me cayó un café en la ropa, y tuve que improvisar —conteste riéndome.

Observé las expresiones de sorpresa y asentimiento de mis mayores. Preparándome, entregué el micrófono a la chica y adopté mi posición, lista para iniciar mi presentación en cuanto la canción comenzara a sonar.



El lugar estalló en gritos y expresiones sorprendidas cuando me abrí de piernas, y esa reacción alimentó mi sonrisa mientras continuaba la presentación. Avancé con determinación hasta el final, y al concluir, mi asombro fue palpable al llevarme las manos a la boca al descubrir que no solo había entrado, sino que también había alcanzado la codiciada puntuación máxima.

—Olivia, te verías muy bien en nuestro equipo —dijo Funky sonriendo.

—Si nos escoges podrías aprender de nosotras, y nosotras de ti —dijo Lia mirándome.

Yo me reí agarrando el micrófono.

—Yo... elijo al grupo que más me ilusiona, Jam Republic.

Vi como Latrice, Audrey y Kirsten se levantaban de golpe aplaudiendo y sonriendo.

—¡Sííí!, buena elección —expresó Audrey regalándome una gran sonrisa.

Realicé una reverencia al despedirme y salí de la sala, dirigiéndome hacia otra donde se encontraban los participantes que habían superado la audición. Tomé asiento y observé atentamente al próximo grupo.

Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que una integrante de ese grupo era la misma que me había derramado el café en la ropa, reconocible por su distintivo cabello azul. Aplaudí emocionada al presenciar su increíble actuación. Para mi asombro, eligieron a Jam Republic, aunque personalmente creía que optarían por BEBE.

Cuando entraron en la sala, mi atención se centró en la chica de cabello bicolor, pero rápidamente aparté la mirada al notar que la chica del pelo azul me observaba fijamente.

—La misión de mañana nos desafiará a deshacer los grupos; únicamente siete integrantes de cada grupo tendrán el privilegio de avanzar en la competencia.

Mientras la gente intercambiaba miradas de sorpresa, yo, al estar sola, no me preocupé demasiado, aunque un pequeño revuelo se gestaba en mi estómago. Concluido el programa, aproveché para retirarme y descansar, consciente de que al día siguiente tendría lugar la segunda misión, la cual decidiría mi destino en la competencia.



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Estoy tan contenta de poder subir este capítulo, espero que os haya gustado💗🌷 —Ily.

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