Capitulo 6

190 26 2
                                    

-Ha sido una ceremonia preciosa.

JiSoo y yo asentimos y murmuramos un gracias al centésimo desconocido que nos había dirigido esas palabras en la última hora.

El funeral había salido bien. La gente lloró y mamá parecía ella misma en el ataúd. Más ella misma que en los últimos meses en el hospital.

Y JungKook había hecho un trabajo maravilloso con su sermón. Hasta yo podía reconocerlo, aunque no me importaba mucho lo que dijeran de Kim YuNa. Ella se había ido y eso era todo.

-¿Cuánto tiempo más tenemos que estar aquí de pie? -me quejé con JiSoo mientras me balanceaba sobre mis pies-. Siento como si le hubiéramos dado la mano a la mitad de la maldita ciudad.

-Tal vez sólo una más -dijo ella, chocando su codo conmigo mientras señalaba con la cabeza hacia la puerta-. Padre Jeon, es muy amable de su parte que haya venido.

JiSoo y JungKook se abrazaron y él se volvió para darme la mano.

-No sabía que ibas a venir -admití-. Habría traído mejor alcohol.

-Estoy bastante segura de que todavía hay una botella de Glenlivet en el despacho de papá -dijo JiSoo-. Seguro que te vendría bien un descanso de todo esto.

-Sí, pero ahora es tuya. O de BoHyun, supongo.

-¿Qué? -JiSoo ladeó la cabeza, mirándome con el ceño fruncido por la confusión.

-La bebida -dije-. Demonios, la casa. Asumí que ustedes se mudarían.

-Jin, mamá te dejó la casa a ti -dijo JiSoo, extendiendo la mano y apoyándola en mi brazo-. Creía que ya lo sabías.

-Pues no la quiero -espeté. Solté un suspiro y le rodeé el hombro con el brazo-. Lo siento.

-Lo sé. -Apoyó la cabeza en mi pecho-. Yo también lo siento.

Las disculpas flotaban en el aire, declaraciones generales que cubrían décadas de dolor, sufrimiento y pérdida que habían ocurrido entre nosotros y a nuestro alrededor.

Supongo que había sido ingenuo al pensar que el dolor desaparecería sólo porque mamá se había ido. Probablemente nunca iba a desaparecer. Y desde luego no iba a escapar de los recuerdos con su casa cerniéndose sobre mí para el resto de mi vida.

-Bueno, padre -dije, soltando a mi hermana y girándome hacia las escaleras-. Creo que soy el orgulloso propietario de una botella de whisky realmente vieja. ¿Te importaría venir conmigo y bebértela?

-Con mucho gusto -aceptó, dedicándole una pequeña sonrisa a mi hermana antes de seguirme escaleras arriba.

Le conduje a través del salón del segundo piso hasta las escaleras traseras que llevaban directamente al antiguo despacho de mi padre. Nunca me habían dejado entrar allí cuando era más joven, y no había tenido ningún motivo para hacerlo después de que el hombre muriera, así que cuando entré en la habitación, no sentí nostalgia ni nada por el estilo.

-Es una casa hermosa -dijo JungKook.

-Supongo. -Miré alrededor de la habitación y me encogí de hombros mientras buscaba cualquier armario que pudiera esconder el alijo de mi padre-. ¿Lo quieres?

-¿Qué? -Dejó escapar una risita grave y profunda-. ¿No lo quieres?

-No quiero tener nada que ver con este sitio -admití, acercándome a una gran esfera que había en un rincón y tirando de ella. Se abrió, mostrando licoreras y copas-. Qué imbécil.

Saqué el whisky y un par de copas y vertí más de una buena medida en cada una antes de darle una a JungKook e indicarle que se sentara en el sofá.

-No tengo ni idea de por qué mamá me dejó este lugar a mí - continué, acomodándome a su lado y dando un gran trago a mi vaso-. No sé si tengo un solo recuerdo feliz aquí.

-¿En serio? -JungKook esbozó una pequeña sonrisa mientras daba vueltas al whisky en su vaso-. Yo diría que un pequeño Jin correteando por los pasillos de este lugar, jugando y riendo sería un espectáculo encantador de contemplar.

Apuré el trago y dejé la copa sobre la mesa, exhalando un suspiro mientras me esforzaba por recordar un solo momento feliz en esta prisión en la que había crecido. Pero no había nada.

-No había muchas risas por aquí -admití, mirando al suelo para que no viera las lágrimas que se acumulaban en mis ojos-. Mis padres... mis padres no me querían mucho, padre. Cuando era joven, no lo entendía. Luchaba y luchaba y luchaba por su afecto. Luego, cuando me hice mayor, me di cuenta de que nunca lo iba a conseguir. Pasaron años antes de que entendiera por qué me odiaban. Por qué mi padre me pegaba cada vez que podía. Por qué mi madre apenas me hablaba, y cuando lo hacía era... sólo para denigrarme por cosas sobre las que no tenía control.

Nunca le había confesado esas cosas a nadie. Ni siquiera JiSoo sabía todo lo que había pasado, aunque estoy seguro de que había imaginado muchas cosas. Pero ahora que mamá y papá se habían ido, pensé que ya no tenía sentido ocultarlo.

Además, estaba bastante borracho. Había empezado en casa antes del funeral y parecía que no había parado de beber en todo el día.

-Jin, lo siento mucho -susurró JungKook.

-Bueno, ya se acabó. -Resoplé suavemente y me aclaré la garganta-. Papá se fue hace años y ahora mamá lo ha seguido. Y si hemos de creerte, están en un lugar mejor, así que...

JungKook me puso una mano en el muslo y levanté la vista hacia él, sorprendido por la intimidad del contacto. Me estaba mirando, y no tenía ni idea de qué emociones se habían apoderado de su expresión, pero cuando nuestras miradas se encontraron sentí como si estuviera mirando directamente a mi alma.

Parpadeé y sentí una lágrima rodar por mi mejilla. Antes de que pudiera estirar la mano para secármela, JungKook se inclinó hacia delante y presionó suavemente sus labios contra la humedad, disipándola con un beso.

Cuando se apartó, tenía los ojos muy abiertos, como si él tampoco pudiera creer lo que acababa de hacer.

Sentí que me inclinaba hacia él, con el corazón latiéndome en el pecho mientras mi desesperación por sentir sus labios contra los míos me arañaba el alma. Cuando JungKook no se apartó de mí, tuve un breve momento en el que creí que esto iba a suceder de verdad. Iba a besarme. Sentía algo entre nosotros. No me lo había inventado todo.

-¡Jin!

JungKook y yo nos levantamos de un salto al oír la voz de mi hermana por el pasillo. Nos miramos fijamente por un momento, y luego él se apartó, para abrir la puerta y salir.

-Sigues aquí -dijo JiSoo al entrar en la habitación. Su mirada recorrió mi cara y su expresión se suavizó a una que parecía sospechosamente de lástima-. Jesús, ¿estás bien?

-No -admití, dejando escapar un suspiro tembloroso-. La verdad es que no.

JiSoo se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Me aferré a ella, enterrando mi rostro en su hombro mientras las lágrimas empezaban a brotar sin cesar y ni siquiera me molesté en intentar detenerlas. Siempre era agradable que alguien te abrazara cuando te derrumbabas, pero no quería estar en los brazos de mi hermana.

No me preguntó por qué lloraba y no le di ninguna explicación. Porque, ¿qué le iba a decir? ¿Que lloraba en el funeral de mi madre porque su sacerdote no quería besarme?

Dios, estaba tan, tan jodido.

PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora