Epílogo

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Dos años después...


—¿Lo echas de menos? —preguntó JungKook, tendiéndome una cerveza antes de volver a acomodarse en su tumbona.

—¿Extrañar qué? —le respondí.

—¿Tu casa?

—Estoy en casa —le prometí, girándome para sonreírle—. Mi hogar está donde tú estés.

—Qué horror —bromeó—. No, lo digo en serio. ¿No echas de menos a JiSoo y JiWoo?

Las echaba de menos. Habían volado a vernos unas cuantas veces desde que nos habíamos mudado esencialmente a la República Dominicana, pero era raro no poder verlas todo el tiempo.

No habíamos emigrado oficialmente, pero habíamos pasado dos años alquilando un apartamento y nos habíamos enamorado del lugar.

—Claro que sí —dije, dándome cuenta de que en realidad no le había contestado—. ¿Pero para qué demonios quieres volver allí?

—Estaría bien ver a nuestros amigos —contestó suavemente.

—Y echas de menos tu iglesia —refunfuñé.

—Sí, la echo de menos —admitió—. Jin... quiero volver a casa.

—Vale. —Como si yo pudiera negarle a este hombre cualquier cosa que quisiera—. Haremos los arreglos para volar de regreso.

—Gracias —dijo, inclinándose para besarme—. Sólo quiero poder casarme contigo en el mismo lugar donde te conocí.

Volvió a acomodarse en su silla y yo exhalé un suspiro mientras apoyaba la cabeza en el respaldo de mi asiento.

Entonces sus palabras calaron hondo y me incorporé con un violento sobresalto, girando sobre mí mismo para mirarle fijamente.

—Ahí está —dijo, con una sonrisa en los labios mientras me miraba fijamente.

—¿Qué? —le pregunté, parpadeando rápidamente.

Metió la mano en el bolsillo de sus pantalones cortos y sacó un precioso anillo de platino con zafiros y diamantes, se bajó de la silla y se arrodilló en la arena a mi lado.

—Kim Seok Jin, ¿quieres casarte conmigo?

Me lancé sobre él, tirándolo de espaldas al suelo mientras le salpicaba la cara de besos y le arrancaba el anillo de los dedos.

—Claro que me casaré contigo —dije, incorporándome y deslizando el anillo en mi dedo. Giré la mano delante de mi cara admirando cómo brillaba a la luz del sol.

—Creo que tenía que ponértelo yo —me dijo, poniendo los ojos en blanco.

—Oh, bueno, lo siento —dije, ni siquiera remotamente arrepentido—. ¿Lo dices en serio?

—No, es la broma más elaborada que nadie ha hecho nunca. —Me pasó la mano por detrás del cuello y acercó mi cara a la suya—. Te amo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Y quiero ser tu marido.

—¿Llevarás el collar a la boda? —le pregunté, enarcando una ceja.

—¡No! —Puso los ojos en blanco, pero bajó la voz y entrecerró la mirada—. Pero me lo pondré esta noche.

—¿Lo has tenido contigo todo este tiempo? —me quejé.

—Lo estaba guardando para una ocasión especial —dijo, poniéndose en pie y quitándose la arena de las piernas—. Como... para ahora mismo.

Empezó a caminar por la playa hacia el apartamento y me puse en pie para seguirle. Cuando lo alcancé, me subí a su espalda y le rodeé la cintura con las piernas.

—Te amo, joder —le susurré en la oreja antes de pellizcarle el lóbulo entre los dientes.

—Yo también te amo, joder —dijo él.

Cada día con JungKook había sido mejor que el anterior, y aún me sorprendía lo increíblemente feliz que había sido desde que él había entrado en mi vida. Y sabía, cada mañana, cuando me despertaba y descubría que, de alguna manera, lo amaba más de lo que lo amaba cuando me iba a dormir, que íbamos a pasar el resto de nuestras vidas igual de felices.

O tal vez incluso más.

JungKook me había ayudado a encontrar mi fe. Fe en las personas. Fe en mí mismo. Y quizás incluso la fe en Dios.

Porque un regalo como JungKook sólo podía ser un milagro.




Gracias💕.


PecadoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon