Epílogo

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Gracias por acompañarme otra vez más, hasta un nuevo final. Con esta han sido 21 novelas que he acabado desde que comencé la aventura... sigamos hacia el infinito.

Un abrazo, florecillas!

Un abrazo, florecillas!

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8 meses más tarde.



Llevaba trabajando en aquella corona de flores casi dos días y a pesar de que el trenzado inicial de eucalipto y glicinia fue fácil, adherir paniculata y algunas peonías de color rosado que acababan de florecer resultó más complicado de lo que esperaba, pero finalmente la había terminado y la portadora de dicha corona luciría más bella aún de lo que de por sí era.

Ocho meses habían pasado desde que regresara al castillo de sangre, ahora que vivía en él y lo consideraba su hogar no le parecía un buen apodo, así que había comenzado a definirlo como el castillo del lobo rojo, algo que a Cassian le resultó especialmente gracioso la primera vez que lo mencionó, pero con el tiempo la idea comenzó a gustarle, ¿Qué era Enzo sino un lobo rojo?

Escuchó la puerta de su alcoba abrirse y pensó que quizá era Aurora con el pequeño. Desde que habían regresado ella se había convertido en su cuidadora y sentía un enorme orgullo de que le hubieran dado como encargo al pequeño. Tal vez no se lo agradeciera en pocos meses cuando comenzase a caminar, por el momento ya gateaba y no estaba quieto ni un momento, pero Aurora no parecía quejarse, sino que se vanagloriaba en decir que era un niño lleno de energía y vitalidad para haber nacido prematuro.

Pasó mucho miedo durante los primeros meses por ese temor, pero después vio como crecía y todos esos temores se disiparon. Enzo era inquieto, curioso y con unos rasgos tan característicos de los Wolf que no se podía negar quien era su padre.

—¿No deberíais estar con vuestro hermano? —preguntó mientras le vio caminar hasta ella y colocarse detrás, rodeando su cintura con las manos y apretándola contra él.

—Debería, pero luego recordé que no volveremos a estar solos hasta bien entrada la noche y decidí venir a hacerte una corta visita —respondió apartando su cabello de la nuca y colocándoselo todo a un lado para depositar un beso en su cuello.

—Llegaremos tarde Cassian —susurró sabiendo a donde llevaría aquello.

Las manos de Cassian comenzaron a subir su falda mientras él continuaba dando besos por su cuello hasta llegar a su oreja, atrapándola entre sus dientes con suavidad.

—Que esperen —jadeó tocando con sus manos sus muslos y buscando su entrepierna.

—¡Es su boda! —Gimió cuando la rozó en aquel punto y notó como él se aflojaba los cordones del pantalón tras ella.

—Y yo el señor del castillo del lobo rojo —jadeó apartando su ropa interior para adentrarse en ella.

Sonrió al saber que él había aceptado finalmente ese nuevo nombre y abandonó cualquier pensamiento que no fuera el placer que él le proporcionaba.

La Melodía del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora