Capítulo 23

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— Entra Inuyasha, siéntate en donde gustes. —Un hombre de constitución fornida y alto con una línea de cabello en retroceso lo atendió, usando pantalón de vestir y una camisa Oxford, tenía la apariencia de cualquier hombre de negocios, pero su placa de identificación lo llamaba Dr. Suikotsu, uno de los psiquiatras en Walter Field.

Inuyasha reviso la habitación, identificando el típico sofá para reclinarse, la fuente de muchas bromas, y siguió adelante, un sofá regular y un par de sillas sobrecargadas completaban la habitación. Una pared llena de estantes a un lado, cubierta con libros, mientras una gran ventana permitía el ingreso de la luz, iluminando la habitación, sin la necesidad de luz artificial, aún a esta hora de la mañana.

Sorprendentemente, Inuyasha eligió una de las sillas, sentándose, observo al hombre de mediana edad con poco interés. Honestamente nunca se había sentido cómodo hablando con el psiquiatra, no solamente en Alemania, y ciertamente no con el Dr. Suikotsu. Seguro, ellos estaban ahí para ayudar, pero siempre se sentía en el límite, como si escribieran notas sobre él, que no fueran muy halagadoras. La visita no habría sido tan importante, excepto, que los jefes veían las recomendaciones psiquiátricas seriamente, de modo que esto podría tener alguna alteración en su vida.

¿Cómo oponerse? ¿A qué? ¿A perder una pierna? Inuyasha se rio de sí mismo.

— Gracias por venir hoy Inuyasha. —El Dr. Suikotsu eligió sentarse en el sillón frente a él, hundiéndose entre la piel del sofocón familiar, un bolígrafo y una tabla para papel oficio aparecieron de pronto, descansando en su regazo, mientras estudiaba a Inuyasha.

Inuyasha asintió ligeramente, apenas resistiendo la urgencia de golpear con sus dedos. Nunca fue un tipo nervioso, ni en batalla, ni en la vida, pero esta oficina probaba ser diferente.

— Antes que nada, quiero aclarar que esta es una visita de rutina, cada veterano ha sido programado para visitar a un psiquiatra durante su rehabilitación, es un procedimiento estándar. —Presiono su bolígrafo y cruzo las piernas.— ¿Cómo has estado?

— Tan bien como puede esperarse, supongo.

— ¿Qué estabas esperando?

Inuyasha quería gruñir con las primeras preguntas. En lugar de eso resopló y respiró, eligiendo la honestidad.

— Supongo que esperaba flashbacks, pesadillas e incomprensión.

— ¿Ha sido ese el caso? —El Dr. Suikotsu lo observó.

— Sin flashbacks, algunas pesadillas. —Extrañamente ninguna desde que se mudó con Aome, pero apenas hacia algunos días de eso.— Hasta ahora las personas en Walter Reed han sido amables, y fáciles de tratar, sin quejas en ese departamento.

— Háblame de tus pesadillas.

Aún cuando odiaba revivir el terror, Inuyasha se negó a acobardarse.

— Son del evento que causó la perdida de mi pierna. —El psiquiatra comenzó a escribir, tomando eso como una señal para continuar, Inuyasha siguió hablando—: Mi unidad estaba designada para despejar un extraño camino de uso común en Afganistán. Había una colina con un edificio encima, nos dijeron que solía ser una escuela, pero ahora albergaba a miembros de Al Qaeda; las órdenes fueron reclamar la colina, y así prevenir más emboscadas y pérdidas de más vidas. —Miró al suelo e imagino la escena.— Llegamos bajo fuego, era el armero del tercer vehículo, dispare muchas rondas, el calor de mi arma, habría derretido el metal, aún así, ellos siguieron llegando por todas partes, estábamos colocados en nuestros vehículos para protección. Un francotirador comenzó el fuego en nuestra contra por un lado y grupos tango del otro. Al principio, el sargento pidió apoyo aéreo, mientras nos quedábamos cortos de armamento, para el momento en que los helicópteros llegaron estábamos comiendo polvo y totalmente indefensos, ellos salvaron nuestros traseros; descubrimos que no peleábamos contra cien tangos, sino, más bien como mil.

El Largo Camino a Casa | Adaptación (InuKag)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora