capitulo 2

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Narra Patricia.

Tenia mucha prisa por llegar a al instituto, nunca había sido de las que llegan tarde pero ese día había tenido que pasar por la clínica a unos análisis que debia hacerme regularmente, ya que esto me había tomado bastante tiempo ya era tarde, demasiado tarde desde mi punto de vista, no podía hacer nada más que esperar y ver por la ventanilla del auto. Mi madre nunca fue una conductora de velocidades.

No sabría decirles el tiempo exacto que tardamos en ir desde la clínica hasta el instituto pero para cuando lleguamos ya tenia más de media hora de retraso que es mucho más de lo que hubiera querido.

Yo me encontraba en el asiento del copiloto y devido a esto puede despedirme de mi madre con un abrazo. —Adiós mamá. —Le digo mientras nos abrazamos.

—Adios hija. —Me contesta mientras nos separamos —. Tu padre será quien pase hoy a recogerte. Cuidate y recuerda que te adoró hija.— Dice mientras yo abro la puerta para salir del coche.

—Y yo a ti mamá. — Salí del auto y comencé a caminar en dirección a la escuela mientras aún me despedía de mi madre con la mano.

El instituto Grinburgo un respetable centro educativo con más de 50 años de historia, es conocido en la región por ser un centro donde se encuentran grandes talentos tanto artísticos y  deportivos como intelectuales ademas de con grandes y reconocidos profesionales de la educación. Sumándole a lo anterior el instituto constaba de instalaciones capacitadas para el estudio de diferentes especialidades como la mecánica, botánica o las ciencias, su laboratorio de química estaba más que provisto de instrumentos y sumándole los más que capacitados profesores no es de extrañarse que siempre que se hable del instituto Grinburgo las personas tengan una buena imagen de él. Estructuralmente resaltaba su gran tamaño su edificio principal tenía tres plantas y además había otras pequeñas edificaciones aledañas, en total tenía capacidad para más de mil alumnos, con grandes áreas deportivas y un invernadero sin duda un gran instituto y no solo en tamaño.

Me resultó bastante extraño que no hubiera nadie en la recepción, pero podría ser debido a pequeños problemas que habían surgido con el personal. La señora Márquez directora de el instituto había asumido el cargo recientemente y era tan estricta que algunos trabajadores del centro había presentado la renuncia, algo sin precedentes.

Decidí continuar hasta mi aula, la 16 un grupo de personas no muy normales pero no eran muy problemáticos de hecho por más raro que sonara era de los mejores grupos del instituto.

Por suerte el aula no estaba muy lejos de la entrada, llamenme perezosa si quieren pero no me gustaba caminar.

El profesor Eduard Stone se encontraba dando clases, un hombre recto pero amable, con más de 20 años sirviendo como profesor en el centro, era de esos profesores que podían ser muy amables si te comportabas correctamente pero que si eras revoltoso y te metías en líos con el tu vida estaría complicada permanente almenos mientras estudiaras en ese instituto.

—Buenos días señor Stone. —Lo saludé alegremente y el giró su cabeza para verme, siempre me había llevado bien con él.

—Buenos días Señorita Patricia. —Me devolvió el saludo amablemente. Tome asiento —. Siempre diciendo lo mínimo posible para gastar el tiempo solo en temas de la clase típico de él.

Tan solo tuve que dar unos pasos para llegar a mi mesa pues era la más cercana a la puerta y la cual compartía con mi mejor amiga, Laura una chica inteligente y una exelente amiga a su manera seria y rígida de ser, siempre estudiando y evitando distracciones innecesarias para sus metas en cuento a su aspecto tenia un largo cabello castaño claro el cual tenía recogido con un lazo  y  aunque usaba lentes eso no disminuía la belleza de sus ojos color miel. Como siempre nos saludamos con un abrazo, luego me senté para comenzara buscar el cuaderno, me hubiera gustado charlar con ella pero no quería molestar al profesor Stone

Siempre hay motivo para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora