DOCE

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Viktoria

Estoy asustada. No, asustada no, aterrada. Si algo le pasa a mi bebé me muero. No estoy preparada para esto. Alexander no se ha separado de mí en ningún momento, y debo reconocer, que es agradable tener al padre de mi hija a mi lado. Nos rechazó, pero realmente se ve arrepentido. Sino no estaría aquí con nosotras y tampoco se hubiera preocupado por los dolores que sentí. Quizás deba darle la oportunidad de estar cerca de su hija. No. No sé.

¿Por qué es todo tan complicado?

Siempre creí que tener un hijo sería fácil. Conoces a alguien, te enamoras y juntos decidís tener bebés. Pero mi caso no es para nada lo que imaginé de pequeña. No planeamos esto. Ni siquiera llegamos a hablar de tener hijos. Joder. No éramos pareja, ¿cómo íbamos a hablar de tener hijos?

Respiro profundamente mientras el médico sigue haciendo preguntas y yo las respondo. El corazón de mi hija comienza a sonar por toda la habitación. Mis ojos se aguan y las lágrimas se desbordan. Noto la mirada de Alexander puesta en mí. Se inclina y me da un beso suave en los labios. No lo aparto. Esta vez no. Lo necesito. Mierda. Siempre lo necesito. Alexander se aparta, rompiendo nuestro beso. El médico mide a nuestra hija.

Nuestra.

Es la primera vez que lo digo y no se siente raro. Es nuestra. Aunque me sigue doliendo lo que pasó, no puedo negar la realidad. Entonces me doy cuenta de que he tomado una decisión respecto a la bebé. Si Alexander quiere estar presente en su vida, no voy a negárselo. Tiene derecho. Y en cuanto a Mark, no sé qué pasará entre nosotros. Pero pase lo que pase, Alexander siempre formará parte de la vida de nuestra hija. Acaricio la mano de Alexander con mi pulgar, está temblando. Aún me cuesta creer el estado en el que lo encontré y, según Linda, ella lo encontró en uno mucho peor. El dolor en mi pecho se hace más grande. Es por él. Por mucho que le tenga resentimiento, aún lo amo. El doctor aparta el pequeño aparto de mi vientre y me entrega un trozo de papel para limpiar los restos de gel. Alexander lo agarra antes que yo y me limpia con cuidado. Ese gesto hace que mi corazón se derrita. A veces puede ser tan tierno.

Me incorporo en la camilla con la ayuda de Alexander y me quedo ahí sentada con él en mi espalda. Tiene una mano alrededor de mi cintura. El doctor se quita los guantes y los desecha antes de volver a sentarse en su silla.

-Bueno, puedo deciros que el dolor es totalmente normal. Entre las semanas 28 y 30 las madres pueden experimentar contracciones llamadas Braxton Hicks. En términos más simples, es como si el útero estuviera haciendo ejercicios de precalentamiento. Tu cuerpo se está preparando para el parto Viktoria.

El parto. Genial. Claro. Los nervios empiezan a aflorar en mí. No le había dado muchas vueltas a eso del parto. Pero si estas contracciones duelen, no quiero imaginar las reales.

-Pero si sientes que las contracciones duran demasiado tienes que volver a urgencias. ¿Vale?

-S-sí – tartamudeo.

-No te preocupes- dice el doctor dando golpecitos en mi rodilla- Bolita y tú estaréis bien.

-N-no es lo que m-me preocupa.

-Lo sé. He visto a tantas mujeres pasar por esto, que todas se preocupan por lo mismo. El parto. No voy a mentirte. Eso dolerá, pero siempre puedes pedir la epidural.

-¿Eso funciona?

-No siempre. Pero tienen que haber ciertos factores, factores que tú no tienes, para que no funcione- el doctor se pone de pie- Mira, aún te quedan diez semanas para el parto. Puede adelantarse, pero por experiencia, en primerizas suele atrasarse una semana. Disfruta de lo que te queda de embarazo y preocúpate por el parto cuando llegue el momento. Y papá- dice mirando a Alexander- Cuida de mamá, las contracciones seguirán. Recordad que si duran más de 30 segundos tenéis que volver al hospital.

Deteniendo el tiempo #2Where stories live. Discover now