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Marcus Riddle

Habíamos tenido una vida tranquila y sin amenazas. Sin embargo, nunca fue suficiente para mí y no bajé la guardia. Jackson Abbott era un mago muy astuto y sigiloso, no sabía en que momento atacaría y tampoco era predecible. Pensaba que cuando decidiera hacerlo, estaríamos listos. Pero no fue así. Alguien logró entrar a la bóveda y tomar el anillo más poderoso creado por mi hermano.  

Introduje un palito de madera a la chimenea y me senté enfrente, para que el calor del fuego me abrazara. Después, observé la foto de Rahema en el pequeño mueble de al lado y sonreí con melancolía. Las yemas de mis dedos pasaron por su rostro, extrañando sentir el calor de su piel.

—¿Extrañas a mamá? —miré a las escaleras cuando escuché la voz de Astrid. Sé sentó en un escalón y sé sujetó del barandal. 

Coloqué el porta-retrato en su lugar. 

—Nunca dejé de extrañarla —le respondí—. Amaba sentarme con ella, cerca de la chimenea. Aunque casi siempre sé quedaba dormida. 

—También la extraño. Bueno, extraño crecer con una figura materna —corrigió—. Era una bebé cuando ella... 

Soltó un suspiro y luego, mantuvimos silencio por unos minutos. 

—¿Por qué el tío Jack hizo algo así? ¿Por qué mi madre, siendo tan poderosa...? ¿Por qué si eres tú, hijo de...?

—Cuando el destino hace de las suyas, no puedes hacer nada para cambiarlo, cariño —respondí—. Y cuándo naces perteneciendo a una familia oscura, es muy difícil ser diferente. 

Ella tenía en claro quién era su madre. 

—Mi padre y mi hermano, me hacían hacer cosas que no quería. Sin embargo, yo jamás habría tenido el valor de revelarme, si tu madre no hubiese llegado a mi vida. De los dos, ella era la valiente. 

Astrid sonrió. 

—Eres igual de valiente que mamá, papá. 

***

 Astrid Riddle Abbott

—¿En serio? ¿Por qué Nate no te defendió de todo lo que te dijeron? —Liam introdujo una manzana a su boca— Te trató como si fueras la fea. 

Relamí los labios. 

—¿Tu papá dijo algo? Ojalá lo estrangule. 

—Obvio no —respondí de inmediato—. Sabes que me gusta mantener mi vida privada, pero no secreta. Por supuesto, que mi padre sabía que estaba conociendo a alguien, pero nada más. 

De pronto, mi teléfono comenzó a sonar. Liam y yo, compartimos una mirada y cuando ví en la pantalla el nombre de Nate, sé lo aventé: 

—¡Es Nate! 

—¿Nate? —miró la pantalla del teléfono— ¡Es Nate! ¡Maldito naco, no hay que responderle! 

—Espera, sería justo que le dijera que no quiero volver a verlo, ¿no? 

—¿Justo? —Liam arqueó una ceja— La verdad, no. Merece sufrir el maldito. 

—¡Liam! —le arrebaté el teléfono— A ver, cállate. 

Liam sé ofendió al darse cuenta de que respondí. 

—Hey, soy yo. 

—¿Qué quieres? 

—Hablar contigo, esta noche. Quiero arreglar las cosas. 

Liam movió el dedo índice en forma de negación. 

—Yo no quiero arreglar nada contigo, todo está claro. 

Liam me levantó los pulgares. 

—Por favor, As. 

—¿Qué es lo qué quieres? 

—¿Vendrás a la fiesta del club, esta noche? 

Miré a Liam. Ninguno tenía una respuesta para ello. Después, Liam meneó la cabeza. 

—Piénsalo y avísame, por favor. Quiero estar listo para recibirte como mereces. Un beso. 

—No, tengo cosas que hacer. 

Finalicé la llamada y miré a Liam. Él ya me estaba mirando. 

—Un beso, que asco —me dijo—. Ah de tener rabia. 

—Él y yo, nunca nos besamos —respondí—. Es mayor, ¿sabes? Además no me siento lista para besar.  

—¿Y qué haremos? —me preguntó— Casi es momento de volver a Hogwarts. Necesitamos hacer una estupidez más. 

Intercambiamos una mirada y él negó con rapidez. 

—No, no, no. Lo que sea menos ir con ese idiota. 

—No iremos con él. Pero alístate, vamos a salir. 


Cayendo en tus ojos oceánicos | #2Where stories live. Discover now