9

615 39 1
                                    

Astrid Riddle Abbott

Nada estaba saliendo bien. El anillo había desaparecido y lo único que encontré en mi habitación fue un collar con el símbolo de una flor. Ni siquiera dormí bien por estar buscando. Tal vez, Liam tenía razón y debí entregárselo a mi padre. Él sabría que hacer. 

Mi mejor amigo me despertó. Estábamos sentados en una banca a la mitad del pasillo, con mi cabeza sobre su hombro. 

—Tenemos que ir a clase. 

Meneé mi adolorido cuello y bostecé. 

—Ve tu —miré el reloj de mi muñeca—. Tengo que seguir buscando el anillo más poderoso de todos los tiempos.    

—¿Crees qué hicimos mal en esconderlo de nuestros padres? —arrugó la nariz— Ya sé que no quieres escuchar nada negativo, pero ese pensamiento me robó el sueño anoche. 

Dejé salir un suspiro. 

—Hermano, me he hecho tantas preguntas —él me miró con atención y continué—: ¿Crees qué Nate lo haya robado de la bóveda? 

—Pero, ¿Cómo lo haría? —abrió bien los ojos— La única manera de conseguir entrar a la bóveda, es con derecho a acceso o con un infiltrado. Pensándolo bien, lo segundo no es posible. Gringotts es el lugar más seguro del mundo mágico. ¿Sabes de alguien qué tenga acceso, aparte del tío Marcus? 

Meneé la cabeza. 

—Ni siquiera yo. 

—¿Viste a algún sospechoso? —analizó la cadena— Que asco. Está oxidada y sucia. ¿Cuánto cuesta? ¿Un galeón? ¿No nos pegará algo por agarrarla? 

Lo miré con desaprobación. Liam relamió los labios y se aclaró la garganta: 

—Solo bromeo. Ya sabes, entre más corriente más ambiente. 

Rodé los ojos. Él me mostró una sonrisa con los dientes y después recordé: 

—Jian estaba con Nala Prince, en la sala común de Ravenclaw. 

—¿Estás segura? Estabas ebria. 

—Sí, pero no demasiado. Ayúdame a encontrarlo. 

—Bueno, pero entramos a la siguiente clase —me señaló con el dedo índice. 

***

 Astrid Riddle Abbott

—¿Es aquí? 

Liam asintió. Caminar por un pasillo donde todos los estudiantes son de séptimo año, fue un poco incómodo. Cuando tenía 11, pensaba que crecer era lo más divertido de la vida. Pero hay cosas que realmente extrañaré cuando envejezca. 

Los estudiantes de séptimo año salieron entre risas y empujones, entre ellos Jian. Nunca lo había visto sonreír con sinceridad. Las espaldas de su grupo de amigos nos impidió seguirlo viendo. 

—Bueno, es momento —dijo Liam. 

—Esperemos —lo detuve—. Jian está ocupado. 

—Para tí, no lo está —rodó los ojos y cuando lo miré con confusión, continuó—: Es tu guardaespaldas, ¿no? 

Suspiré. 

—Bien, llámalo. 

—¡Hey! —gritó Liam. 

—No, no. Espera. Me arrepentí. Mejor vámonos.

—¡Jian! 

Su grupo de amigos comenzó a abrirse. Yo intenté ocultarme detrás de Liam, pero él me lo impidió. Tragué grueso y sentí la vergüenza correr por mi cuerpo. 

Cayendo en tus ojos oceánicos | #2Where stories live. Discover now