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Grace Prince

—¿Te quedarás a cenar? 

Astrid tecleó algo en su teléfono y después, me miró. 

—Saldré a caminar unos minutos, quiero despejar mi mente —respondió y metió su teléfono en el bolsillo de su pants—. ¿Sabes en dónde está Jian? 

Quedarme sola en la cocina podía ser una alerta de peligro. Ella miró a la ventana y después volvió a mi: 

—Olvídalo, ya lo encontré.

Hizo un ademán de despedida y yo le sonreí colocando un planto sobre la barra. Astrid había sido muy solidaria conmigo, a pesar de no merecerlo. El sentimiento de culpa por todo lo que ha ocasionado el resentimiento de mi madre —y del que también fui parte, sin medir las consecuencias—, me atormenta y avergüenza demasiado. No he vuelto a prender mi teléfono y a decir verdad, ni siquiera lo extraño. 

—¿En dónde está Astrid? —Liam bajó las escaleras. 

—Salió a caminar con Jian —informé, evitando contacto visual. 

Intenté ignorarlo. Herví agua para tomar café y coloqué un sartén a fuego medio para hacer hot cakes. Liam tomó el huevo que estaba en mi mano y me miró a los ojos: 

—Déjame ayudarte. 

Me dirigí al refrigerador y tragué grueso. 

—Creí que no te gustaba ayudar a las personas —le dije. 

Esperé un comentario sarcástico, como los que me hacía estando en Hogwarts. Liam y yo hablábamos muy poco —a escondidas de mi hermana—, pero cuando lo hacíamos teníamos una manera única de encajar. Liam me miró con impresión y después, rompió el huevo: 

—¿Te has cansado de ignorarme? 

—Liam, ¿qué puedo hacer si mi amiga está enamorada de ti? —pregunté, acercándome. 

Él me miró fijamente y meneó la cabeza, con decepción. 

—Solamente soy un capricho para Frida —respondió—. Tu más que nadie lo sabe. Hoy le gusto, mañana le gustará alguien más.  

—Aún así —crucé los brazos—. Ella está ilusionada contigo. Cree que pueden tener algo más que una amistad. Deberías darte la oportunidad de conocerla, es una niña muy linda. 

—¿Cómo podría darle una oportunidad si tú eres quién me gusta? 

Tragué grueso. Liam soltó un suspiro y yo fui hacia la estufa. El ambiente sé tensó y un ardor corrió por mi cuerpo, me sentí nerviosa e indefensa. Liam también me gustaba, pero no podía hacerle eso a Frida. Ella era mi amiga. 

Liam colocó una mano en mi cintura y me obligó a mirarlo. Di unos cuántos pasos hacia atrás, hasta que me quedé sin espacio —por culpa del refrigerador—. Rechazarlo dolía. Corrió su dedo pulgar por mi mejilla, para limpiarme una lágrima. 

Nuestra diferencia de estaturas era de una cabeza. Sentirlo cerca me erizaba la piel y mis pensamientos no distinguían lo que estaba bien, de lo que estaba mal. Liam me atrajo hacia él, sin dejar de mirarme: 

—Rechazame porque no sientes lo mismo por mí —musitó—, dime cosas hirientes o reemplazame por alguien más. Así podré entender que no me quieres a tu lado. Pero no porque tienes miedo de herir a tu amiga, por favor.

La punta de su nariz chocaba con la mía. Su respiración era caliente y profunda. En cambio, la mía estaba agitada, no podía controlar mis lágrimas. Mis labios rozaron suavemente con los suyos. El tacto de su lengua caliente, me hizo estremecer. Liam me guió hasta la barra, sin dejar de besarme y me levantó con un brazo, para sentarme allí. 

Cayendo en tus ojos oceánicos | #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora