CAPÍTULO 25

38 10 0
                                    

No necesito poner ningún tipo de alarma para despertar. Mi cuerpo es como un reloj. Siempre se activa a la misma hora. A no ser que haya trasnochado mucho, claro. Hoy, puede que por lo que intuye, se ha espabilado algo antes. De hecho, aún es de noche ahí fuera. Da igual. Me desperezo y hago lo mismo de cada día. Ponerme ropa de deporte y salir a trotar. A las siete y media de la mañana, ya estoy dentro de la ducha. A las ocho menos veinte, vistiéndome con tranquilidad. A menos diez, entro en la cocina y le pido a María el típico desayuno inglés: salchichas, huevos y beicon; zumo de naranja, café y un par de tostadas.

—¿Y vas a ser capaz de comerte todo eso, muchacho?

—¿No me decías que tenía que comer más?

—Sí, pero entre lo mucho y lo poco... bueno, hay un término medio, ¿no crees?

—Soy inglés, María, estoy acostumbrado a ese tipo de desayuno. Sobre todo, en Clover House, la casa familiar.

—Pues desde que estás aquí, como mucho te he visto comer un trozo de bizcocho, nada más. ¿Estás seguro?

—Mujer de poca fe...

A las ocho y cinco estoy sentado a la mesa degustando el delicioso desayuno. María tiene razón. No soy una persona que se toma su tiempo en hacer bien la principal comida del día. Hoy es diferente. La ocasión lo merece. Espero recibir un buen castigo por ello.

—¿Qué estás haciendo?

Preston hace su aparición a las ocho y cuarto.

—¿Desayunar?

—Ya sabes a qué me refiero.

—¿Desayunar? —repito.

Ayer le conté que había firmado el contrato de sumisión. No sin antes haber puesto mis condiciones, por supuesto. Se sorprendió por la aceptación, sin más, de Lady Rebel.

—Te castigará por desobedecer, Adrien.

—Lo sé.

Suspira.

—Es lo que estás buscando, ¿no? Desafiarla para que te haga daño.

—Esa es la idea, sí.

—No me gustaría estar en tu pellejo.

—No lo estarás.

—¿Cuánto tiempo permanecerás en el sótano?

—El horario es de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Supongo que lo aumentará debido a mi tardanza. Si surgiera algo importante con...

—Despreocúpate. Yo me encargo.

—Gracias. Trataré de ponerme al día antes de bajar por la noche al Libertine.

—Lo que deberías hacer es tomarte esto en serio, Adrien. El BDSM no es un juego. Es disciplina, obediencia y...

—No hago esto por placer, Arthur, lo hago por necesidad.

—Si tú lo dices... No será indulgente porque se trate de ti. Lo sabes, ¿verdad?

—Eso espero, de lo contrario no serviría de nada lo que tengo en mente.

—Estás loco.

—Puede ser.

No vuelve a abrir la boca. Se dedica a masticar y tragar. Igual que yo.

A las ocho y media me despido con un ademán de cabeza.

Me desea suerte.

No la necesito.

ADRIENWhere stories live. Discover now