Stop

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Teresa se encontraba bailando con Pablo, girando al compás de la música, se sentía soñada en esos momentos, el solamente preocuparse por verse bonita y bailar era lo que merecía.

Al mirar a su alrededor descubrió que la mayoría de miradas estaban sobre ella, normalmente esto la regocijaría, pero no eran de envidia o de admiración, eran de una sorpresa y tensión. Pronto el porqué llegó, y llegó con Pablo apartándose abruptamente de su lado, retrocediendo un par de pasos.

Teresa estaba procesando lo que estaba sucediendo cuando ahora unos fuertes brazos la agarraron por detrás, no podía ver a la persona que la tenía así, solamente pudo oler una mezcla de roble y naranja.

"No me gusta que me pongan celosa" una voz susurró en su oído, Teresa tuvo un escalofrío, ella conocía a quien pertenecía aquella voz.
"Aída" aquella palabra salió como un suspiro porque fue pegada más cerca a la Alfa.

"Aída, suéltala" Pablo por fin se había recuperado de las feromonas que le habían apartado de su novia y ahora se acercaba a ellas con la intención de arrebatar a Teresa de los brazos de la Alfa.

.....

"¿Por qué tendría que soltar algo que es mío?" Aída se encontraba realmente tentada a lamer el cuello de Teresa para recalcar su punto, sin embargo el pensamiento se interrumpió cuando la persona entre sus brazos logró soltarse.

Teresa estaba delante de ella, observándola con enojo, "No hay ninguna razón para que pienses que soy de tu propiedad" si no con esas palabras apenas se aguantó el gruñir, con las siguientes ya no pudo evitarlo "Además, soy la novia de Pablo" y con eso bastó para que su molestia aumentará drásticamente.

Esa Omega no había entendido que era de ella, solamente ella podía poseer a Teresa, solo ella podría tocarla con posesividad y es por esa misma razón que en cuanto la Omega hizo el ademán de volver al lado de Pablo, Aída liberó más sus feromonas las cuales tuvieron el efecto deseado en Teresa. Instantáneamente la mujer se quedó quieta en su lugar mostrando su cuello en todo su esplendor, esperando que ese acto de sumisión logrará calmar a la alfa delante de ella y efectivamente lo hizo.

Ahora todo lo que se encontraba en la mente de Aída ya no eran pensamientos de ira, ahora eran de posesividad y de deseo, el ver aquel cuello que parecía tan suave y listo para ser marcado, listo para tener su mordedura en medio, el reclamo de emparejamiento.

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Mala Omega Where stories live. Discover now