En pasillos sombríos, tras la brisa de mayo,
dos almas en secreto se encontraban,
adolescentes ambos, con la vida en sus manos,
tejiendo un amor puro, bajo miradas ajenas.
Su historia clandestina en la escuela nacía,
entre libros y clases sus miradas se veían,
y al sonar del timbre, el recreo cobraba vida,
era su corto mundo, un cosmos en un día.
Era él, con su sonrisa, en el patio escondido,
con sus bromas y gestos, un príncipe atrevido,
ella, con sus ojos, reflejo del firmamento,
resguardaba secretos, y en sus suspiros el viento.
Bajo el viejo olmo se citaban con el alma,
intercambiaban sueños, en dulce calma,
pues nadie podía saber de sus encuentros,
un amor como el suyo, no seguía los preceptos.
Pues él era de un curso, ella de otro sendero,
el mundo que les rodeaba, un laberinto sincero,
su amor, un rompecabezas sin respuesta,
una melodía dulce, mas en silencio orquesta.
Clandestinidad marcaba cada paso que daban,
cada risa compartida, cada mirar que cruzaban,
mas la inocencia lleva en sí misma una luz,
en los recovecos grises, era su propia cruz.
Los días pasaban, las estaciones volaban,
y aquel amor, en silencio, más y más se afianzaba,
pero toda historia tiene su punto y aparte,
y el destino, en su juego, les tenía otra parte.
Un adiós inminente en sus labios ardía,
un cambio de vida, una familia partía,
ella, con sus maletas, frente al tiempo y la distancia,
dejaría ese patio, su secreto, su constancia.
En su último recreo, las manos se entrelazaron,
sus labios se sellaron, en promesas quedaron,
él, con el corazón en un nudo, sin palabras,
ella, con un llanto que sus ojos no paraban.
Se prometieron cartas, se juraron recuerdos,
mas el tiempo es tenaz, marcando nuevos senderos,
y aunque fue amor efímero, fue amor verdadero,
dos adolescentes escondidos, dueños del primer te quiero.
