En los patios del ayer, dos almas en el colegio,
Prometieron bajo el sol, un encuentro en el último legio,
Él, con sueños en la mano, y en su corazón un sello,
Ella, con la promesa ardiendo, pero a merced del tiempo bello.
La última campana, un concierto de despedidas,
Él aguardaba ilusionado, entre risas y despedidas,
Con un presente envuelto en esperanzas tejidas,
Y su corazón guardaba historias aún no vividas.
El reloj marcó el instante, sus ojos buscaban encontrarla,
Pero el destino, travieso, decidió por su capricho apartarla,
Asuntos de la vida que a veces no se pueden evitar,
Circunstancias inesperadas que la alejaron de aquel lugar.
El pasillo resonaba con las huellas de su espera,
Entre murmullos y ecos, su alma ya no la considera,
Mas ella, en la distancia, su corazón con el suyo conversa,
Si bien su cuerpo ausente, su espíritu cerca, preserva.
Las horas tejieron sombras, y el cielo empezó a llorar,
Los regalos, silentes testigos, de lo que no pudo expresar,
Él, con el alma en la mano y en el rostro un mar,
Pues su amada, no pudo llegar.
Con el final de la escuela, todo se tornó recuerdo,
El regalo guardado, como un silente misterio eterno,
El muchacho, ya hombre, aprendió del tiempo inverno,
Que las despedidas son el inicio de sueños alterno.
Ella, en su ausencia, no olvida aquel anticipo,
De su chico conserva un dulce suspiro,
Y aunque el encuentro se desvaneció en el aire limpio,
La historia que tejieron, persiste más allá del respiro.
Que aunque no hubo adioses, ni palabras, ni regalos,
Se quedaron entre ellos, lazos fuertes, firmes, cabales,
Porque algunas promesas, aunque no cumplidas, son reales,
Y el cariño verdadero, trasciende tiempos y umbrales.
