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El ambiente de la sala estaba inmerso en la expectativa, las luces comenzaron a atenuarse y la película se preparaba para iniciar su proyección. 

 Suho fingía que veía la película, pero de pronto, como si estuviera montado en resortes, saltó de su asiento con una agilidad casi cómica, moviéndose entre la multitud con determinación.

Los presentes se sorprendieron al verlo deslizarse hacia una pareja en la sala. La mente de Suho estaba convencida de que esa pareja era Joo Kyung junto al chico de las citas a ciegas, los separó, empujando al chico hacia un lado, pero Suho de inmediato se disculpó al ver que no eran ellos.

Mientras tanto, Hana encontraba más entretenimiento en observar el drama que se desarrollaba que en la película en sí. Cuando la mirada de Joo Kyung se posó en Suho, este se escondió rápidamente, acercándose velozmente a Hana en un intento apresurado de buscar refugio.

—Aléjate, Suho—, susurró Hana, ofreciendo una sonrisa a Doyun mientras intentaba apartar a Suho. Sin embargo, Suho se aferraba a ella, desesperado por permanecer oculto.

—Un momento, ¿Ha dejado de observar?— preguntó Suho urgentemente a Hana. 

—Sí, ¿podrías soltarme ahora?— murmuró Hana mientras Suho finalmente cedía, apartándose y sentándose a su lado con cierta reluctancia.

La película terminó dejando a Hana y a Doyun frente al cine, sumidos en el ambiente nocturno de la ciudad, y Hana desde el fin de la película no volvió a ver a Suho.

—¿Te ha gustado?— pregunto Doyun, con una sonrisa expectante. Los ojos de Hana se iluminaron, sus labios se curvaron en una sonrisa —Sí, ha sido genial—, respondió.

—Permíteme acompañarte a casa—, ofreció Doyun.

—No te molestes, puedo tomar un taxi—, insistió Hana, intentando no ser una carga. 

—No me cuesta nada, vamos—, respondió Doyun con una gentileza que resultaba difícil de rechazar.

Caminaban juntos por las calles pavimentadas, sus risas suavizando la fresca brisa nocturna. Sin previo aviso, Doyun se quitó su abrigo y gentilmente lo colocó sobre los hombros de Hana. 

—Gracias—, respondió ella, con una sonrisa cálida, disfrutando del gesto.

 Doyun, con una mirada curiosa, pero cautivada, preguntó sobre los intereses de Hana, y ella no pudo contenerse. Habló apasionadamente sobre su amor por los libros, la emoción al sumergirse en historias fascinantes, y su adoración por la música de Taylor Swift.

Mientras tanto, Doyun asentía con interés, admitiendo que había escuchado algo sobre la talentosa cantante. 

—Bueno, podemos despedirnos aquí, mi casa está cerca, ya— dijo Hana. —Gracias por escucharme—, agregó con una sonrisa luminosa que resaltaba su rostro.

Al percatarse de que llevaba puesto el abrigo de Doyun, Hana se apresuró a quitárselo para devolvérselo. Sin embargo, el chico la detuvo con gentileza. —Quédatelo, así tendré una excusa para verte de nuevo—, bromeó Doyun.

 —Claro, la próxima vez estaré encantada de escuchar tus gustos—, afirmó la chica, dejando entrever su entusiasmo por un próximo encuentro.

—Estuve encantado de escuchar los tuyos. Ya te llamaré, asegúrate de enviarme un mensaje cuando llegues a casa—, expresó Doyun.

—Sí, seguro, nos vemos—, respondió Hana con un gesto de despedida.

Mientras se alejaba, Hana no pudo evitar girar levemente para regalarle una última sonrisa al chico. Estaba sumida en pensamientos alegres cuando, de repente, chocó con alguien. Seojun apareció frente a ella, a lo cual al verlo la chica soltó un suspiro.

—Mira por dónde vas—, se quejó Seojun, fingiendo sacudir el polvo imaginario de su camisa. —¿Cita a ciegas?—, preguntó Seojun, arqueando una ceja y soltando una risa irónica, mientras notaba la elegante vestimenta de Hana y el abrigo masculino.

—Sí, tan a ciegas que ni siquiera sabía que estaba ahí— Hana, con un atisbo de sarcasmo, respondió.

De repente, la atmósfera cambió. Seojun adoptó una postura más seria. —Mírate, feliz yendo a citas a ciegas. Ni tú ni Suho merecen esa felicidad—, soltó con una intensidad que tomó a Hana por sorpresa.

 —Ah, ¿y tú si mereces ser feliz?—, contraatacó, con una chispa de frustración en sus ojos.— Dios mío, ¿siempre tienes que sacar el tema? ¿Te sientes bien, recordándolo en todo momento?— soltó Hana.

—Claro que sí, siempre te alineas con Suho, siempre estás de su parte— respondió él en un tono lleno de amargura y resentimiento acumulado.

—¿Eso es lo que te perturba?— preguntó, con un dejo de sorpresa e incredulidad en sus palabras. El rostro de Hana reflejaba perplejidad. —Siempre defenderé su punto de vista—, afirmó Hana, con una determinación que evidenciaba una lealtad firme. —Si al menos le dieras la oportunidad de explicar, comprenderías y quizás tu perspectiva cambiaría, ¿entiendes?—, agregó.

—Haz lo que quieras, defiende lo que quieras, pero recuerda que sois iguales— Seojun respondió. —Si te pones de su parte y lo justificas, te conviertes en algo parecido a él, en una cómplice—, soltó, sus palabras afiladas como espinas, cargadas de una profunda angustia.

—De acuerdo, si tú lo dices—, respondió Hana. —Quizás llegue el día en que pueda contarte la verdad de lo ocurrido, y tal vez Suho también esté dispuesto a compartir su perspectiva— afirmó con una determinación palpable.

Hana se alejó con pasos pesados, sintiendo el peso de discusión resonando en cada paso que daba. Mientras caminaba, los ecos de la conversación del chico resonaban en su mente, como si cada palabra hubiera sido tallada en su memoria.

Al llegar a casa, Hana se dirigió directamente a su habitación, ignorando a todos a su alrededor. Cerró la puerta tras de sí con un suspiro pesado, envuelta en una atmósfera cargada de emociones encontradas.

Mientras Hana se deshacía del abrigo y cambiaba su atuendo, los recuerdos de esa noche fatídica se desplegaban en su mente como escenas desgarradoras de una película que se negaba a terminar.

Hana se recostó en su cama. La mirada fija en el techo, las sombras de la noche proyectándose sobre ella, mientras el remolino de pensamientos agotadores danzaba en su mente.

El sentimiento de culpa la envolvió como una manta pesada, apretando su pecho con una fuerza abrumadora. Cada pensamiento se convertía en un recordatorio de lo que paso, de lo que pudo haberse hecho y de las palabras que se quedaron atascadas en su garganta. El eco de esa discusión retumbaba, susurros agudos que no la dejaban en paz.

Se desplazó inquieta en la cama, buscando una postura cómoda que le evitara enfrentarse a esos pensamientos. Cerró los ojos con fuerza, tratando de encontrar refugio en el mundo de los sueños, pero su mente era un torbellino de emociones sin resolver.

Finalmente, el agotamiento se apoderó de ella. El peso de los eventos y emociones la dejó exhausta, y poco a poco se sumergió en un sueño intranquilo, donde los fragmentos de esa noche se mezclaban con los anhelos de encontrar alguna resolución.

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MIDNIGHT RAIN / Han SeojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora