Capítulo 49 ❆

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El enfrentamiento con Hedas Meradiel había sido inevitable.

Novara lo sabía desde el primer día en el que había llegado al campamento, en como los ojos de aquel hombre se clavaron sobre ella, analizándola, juzgándola. En como en cada una de las ocasiones que había podido retarla lo había aprovechado para hacerlo, para llevarla al límite. Nunca le había preocupado lo que podría llegar a pasarle si ella abusaba de su poder, si no lo contenía, si no lo gestionaba. Si se consumía.

Su poder.

Mientras cabalgaba, Novara recordaba la charla que había tenido con Dullahan mientras volvían de la cabaña. Si ella deseaba recuperar la Triveta, era elección suya, pero ahora que había visto lo que era rozar la muerte, lo que significaba consumirse por su magia, tal vez esta recularía antes de actuar. Ella podría probarse ahora que sabía a lo que se enfrentaba.

Pero si no era así, siempre estaba a tiempo de decirle a Arterys que le devolviera el canalizador para no correr ningún riesgo. Pero, ¿y él? Si la necesitaba no se la pediría, no iba a dejar que Arty se consumiera porque ella no hubiera aprovechado su tiempo con la Triveta para aprender a canalizar su poder.

Mientras sus pensamientos la distraían, el viento la golpeaba. Los cascos de Tempest, el corcel de su amigo, galopaba con fuerza, con determinación por la orilla del río siguiendo el rastro que Hedas había dejado para ellos como un camino de migas de pan.

El viento sacudió el cabello burdeos de la chica que, aferrada a las riendas, terminó por alzar su cuerpo del asiento para evitar el golpe seco ante los saltos que daba el animal por las ramas y árboles caídos que se encontraban a su paso.

Lo tenía muy claro, no se detendría hasta llegar a su objetivo.

Cabalgó como nunca lo había hecho, como si Tempest supiera a quien iban a buscar. Como si supiera que Arterys estaba en peligro y necesitaba de su ayuda. Nunca había entendido la relación entre el corcel y su amigo, sabía que Tempest había sido un potro cuando ellos habían llegado al campamento. Eso debía de haberlos unido, porque Arterys no se había separado de él durante años.

Novara se percató al instante de donde estaban, en medio del bosque había un desnivel donde se encontraba una cascada que caía al río que comenzaba en aquella ubicación. Así que redirigió al corcel por el camino hasta encontrarse con Hedas que estaba cruzado de brazos y se mantenía frente al lago que había en el que terminaba la cascada.

—¡Hedas!

Antes de que Tempest hubiera frenado, ella ya había saltado del caballo. Sus pasos fueron veloces, rápidos y silenciosos como si se tratase de una sombra. Antes de que Hedas pudiera asimilar qué era lo que estaba sucediendo, ya tenía a la joven frente a él con una de sus hachas rozando su garganta.

—Vanora. —Le saludo él con la voz fría, sus ojos negros clavados en ella con fiereza.

—¿Dónde está? —Exigió la joven.

—No sé si a ti también te pasa, pero comienzo a tener cierto déjà vu. —Hedas miró el arma, en el brillo que llevaba y supo en aquel instante que la chica la había afilado al máximo. Un movimiento y él solo se rajaría la garganta.

—No lo tendrías si no cometieras siempre los mismos errores.

—¿Y qué error es ese, chica?

—Lo creas o no, Arterys y yo nos protegemos. A nuestra manera, claro está, pero no tocarás a uno sin enfrentarte al otro.

—Curioso...Por lo que tengo entendido, no se ha cerrado el corte, pero ya tenéis cierta conexión. Tal vez se deba a vuestras Magias Mayores. —El hombre alzó una de sus manos y acarició el arma ante los ojos de la chica bajándola lentamente. —¿Crees que él querría verte después de mandar a la tumba a su mejor amigo?

Los Secretos del Rey ❘ Libro 0.1 Precuela ❘Where stories live. Discover now