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Esta mañana estoy en todo y en nada.

A pesar de no haber podido dormir bien y haber madrugado, aquí estoy, corriendo por toda la casa porque llego tarde mientras desayuno lo primero que veo en la nevera.

Parece que estoy más distraído de lo normal y varias son las veces que tengo que volver a casa porque se me olvida algo, así que me siento productivo cuando soy capaz de llegar y sentarme en el coche de una vez por todas.

— Hao...concéntrate, por Dios. —digo mientras doy al mando que abre la puerta del garaje y arranco el motor.

Salgo cuando se abre la puerta del todo y pulso de nuevo el botón del mando sin mirar si se cierra correctamente.

— No pierdo la cabeza porque la tengo encima de los hombros...

Para mi suerte, encuentro aparcamiento cerca de la entrada al hospital y consigo llegar a la planta antes de que den las ocho. Veo como el carrito con el material que llevan las enfermeras está junto a la habitación de Sung Hanbin, por lo que dejo las cosas en recepción prometiendo recogerlas luego y me dirijo allí sin siquiera quitarme la gabardina.

Al llegar a la puerta, me detengo por respeto a la privacidad del paciente como acostumbro a hacer, y siendo consciente de la sensación de calidez que me envuelve el pecho por verlo de nuevo.

— Buenos días... —digo con entusiasmo pero interrumpo mi diálogo al ver la escena que se presenta ante mí. A la carrera me dirijo a la cama donde lo veo vomitando mientras su madre lo sujeta y NingNing mira los monitores.— ¿Qué ha ocurrido?

No sé quién de las dos habla más rápido y más alto, si la señora Sung o NingNing, pero, intento entender todo lo que dicen mientras suelto la gabardina sin mirar sobre la silla.

Cuando miro su rostro, y a pesar de estar sobre la palangana, atisbo una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Qué le causa risa?

— Señora Sung, déjeme a mí por favor. —digo mientras recojo la palangana de sus manos. Veo que tiemblan ligeramente.— Será mejor que espere fuera. Yi Zhuo, comprueba las vías, por favor.

A pesar de mis indicaciones, la madre de Hanbin se queda donde está y decido obviarlo.

— Ya lo he hecho, están bien.

— Cambia la bolsa y enséñamela. —le digo señalando con la cabeza la bolsa de la sonda.

Viendo el malestar en el cuerpo de Hanbin, poso la mano en su frente con la esperanza de aliviarlo. Cuando ha descansado unos minutos, y veo que las náuseas van remitiendo, me libero de la palangana y la pongo entre los dos sobre la cama.

Con la mano que me acaba de quedar libre, comienzo a palpar su cuello para controlar las pulsaciones pero una mancha del color más oscuro que jamás he visto sobre una piel humana hace que deslice los dedos por la base de su cuello abriendo el camisón a su paso.

— ¡Dios mío! ¿Qué es eso? —pregunta la señora Sung con la voz aterrorizada.

— Un hematoma. —digo mientras Ning me pone la bolsa de la orina a la vista para que la examine.— Tiffany, espere fuera.

Me atrevo a llamarla por su nombre de pila, no quiero que Hanbin se altere aunque tenga razones para ello. Hasta yo mismo siento mi pulso más rápido al ver semejante mancha que pretende adornar su piel pálida. Cuando se marcha a regañadientes, acaricio su frente con el pulgar y estudio con detenimiento la bolsa en busca de restos de sangre.

— Que lo analicen. Y, por favor, trae inmediatamente pomada anestésica, guantes, esponjas desechables, jabón, una cuña, gasas, agua tibia y toallas. En ese armario de ahí, hay antiemético. Alcánzamelo. —señalo con la cabeza donde puede encontrarlo. Ahora sí puedo prestarle toda mi atención.— ¿Te duele mucho, verdad?

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora