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Cuando llego a casa, tiro los zapatos lo más lejos posible y me dirijo al sofá derrumbándome por el cansancio.

El típico dolor de cabeza que suelo tener después de una situación tensa late en mis sienes produciéndome un más que ligero malestar. Los últimos días han sido de locos, el hospital ahora me parecía aún más agotador que antes, o quizá y aunque no quiera reconocérmelo, es tener que lidiar con algo que no me quiero ni replantear.

No puedo negar que la sensación es embaucadora y agradable...más que agradable diría yo. Y es que a pesar de saber que va a ser más duro que el día anterior, ya quiero que den las ocho de mañana.

Sé que es un error. Cada segundo a su lado, o cada palabra de su boca inclina la balanza hacia el lado equivocado. Todo parece una mala broma...o demasiado buena como para creer en ella. Sea como sea, es algo que se está escapando de mi control y que no me conviene si es que no quiero hacer una locura y que se me impida ejercer la medicina de por vida, o peor, terminar en un juicio.

Saco el móvil de mi bolsillo y lo enciendo como es costumbre dejando sonar todas las notificaciones pendientes. Me sorprendo por la cantidad de llamadas perdidas y mensajes en mi móvil pero recuerdo que apenas lo he usado, no he sabido nada del mundo fuera del hospital, y eso, me hace sentirme culpable. Aún así decido dejar para mañana todas las demás conversaciones y opto por responder a la que tiene mayor importancia para mí.











(...)










Con un suspiro dejo el móvil al lado del sofá prometiendo no dejar más mi vida de lado y me masajeo las sienes, agotado.

— Hao...¿Qué mierda estás haciendo? —me pregunto en voz alta, rememorando la última conversación con Hanbin.

Entro en la habitación siguiendo las señas de Tiffany que me invita a pasar mientras habla animadamente por teléfono.

— ¿Qué tal sigues? —pregunto sin saber cómo actuar después de la situación que se había dado unas horas antes.

— Bien, gracias. ¿Y tú?

— Yo también. —afirmo aunque no esté muy seguro de ello.— ¿Te duele?

Sus ojos me dicen algo que hace que se me encoja el estómago. Parece que me recriminan el dejarlo aquí tantas horas y eso me hace sentirme responsable.

— Apenas, solo molestias, pero estoy bien.—responde escueto y seco. Como no, Sung Hanbin parece que nunca está mal a través de sus palabras, otra cosa es lo que diga su mirada.— Cuando quieras...

Retira con torpeza la sábana que lo cubre, invitándome a realizar la cura pretendiendo sonar tranquilo, pero, su actitud es más propia a la de "haz tu puñetero trabajo y déjame en paz". Y sentirlo enfadado conmigo es como un golpe en el pecho.

No quiero sentirlo así. Ajeno. Y aunque sepa que es lo mejor, se me hace todo tan cuesta arriba si no me sonríe de aquella manera tan suya al entrar...

— Mañana o pasado te consigo sin falta un pijama...—comento mirando su cuerpo desnudo. A pesar de su actitud, quiero que se sienta lo más cómodo posible mientras esté aquí.

— Muchas gracias... —agradece mirando al techo.— Pero no hace falta, el camisón está bien.

— ¿No me digas que te empieza a gustar? —pregunto, intentando bromear a pesar de la tensión que hay en el ambiente.

— En realidad no, pero da igual, no te molestes...

Lo miro detenidamente hasta que sus ojos se clavan en los míos. Ambos estudiamos lo que le pasa al otro, pero, parece que no llegamos a ningún puerto. Dándome por vencido me pongo los guantes de látex y comienzo mi tarea mientras él regresa su vista al techo.

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora