Capítulo diez

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En general, para mí era algo normal tener días malos. Estaba acostumbrada a estar de mal humor. En mi semana, al menos tres de siete días serían malos. Y cada tres semanas, habría una semana que tendría cuatro días malos. Era una estadística cuidadosamente exacta que me había molestado en verificar por una tarea de matemáticas hacía un tiempo atrás (sin tener en cuenta que algunos de esos días malos en realidad eran pésimos) y permanecía en mi mente almacenada en una carpeta llamada "Datos relevantemente inútiles".

Aquel día, era uno de esos tres.

Las palabras de Willow seguían impregnadas en mi mente como si ella las hubiese grabado con fuego del infierno en mi mente. Se repetían una y otra vez, burlándose por ser indelebles. Me hacían estremecer por la verídicas que eran, y me hacían plantearme qué tan buena persona estaba siendo. ¿Fui yo la villana todo este tiempo? ¿Me estuve victimizando escudándome en mis desgracias? ¿Eso me convertía en una mala persona?

Tal vez no hubiese sido un problema real aquel dilema si hubiese sido fin de semana, días en donde podía llorar por horas escuchando música deprimente mientras abrazaba mi almohada. En donde podía replantearme mi existencia mientras miraba el techo. Pero no lo era, y no tenía muchas ganas de enfrentar mis responsabilidades cotidianas (aunque generalmente me agradaban por mantener mi mente ocupada), lo que por consecuencia me mantenía de un humor de perros.

Por suerte o desgracia, ahí estaba la interruptora para empeorar mi estado de ánimo.

-Hola, amiga- me saluda animadamente, y eso revuelve mi estómago terriblemente.

Me acerco a la mesa, y dejo caer todo mi peso en la silla a su lado. Suspiro, y acaricio mi sien ante su atenta -y algo divertida- mirada. Sus ojos marrones lucen brillantes y llenos de vida, muy diferentes a los míos, que siempre cargan con un par de bolsas grises.

-No lo fuerces, ¿quieres?- ruedo los ojos y abro la laptop comenzando a tipear cualquier cosa que se venga a mi mente. La interruptora sabe que es la señal para no molestar -demasiado-, pero como siempre, decide ignorarla.

-Ah, ya entiendo. Es uno de esos días, ¿verdad?- dice sugestivamente mientras alza y baja las cejas repetidamente.

Estiro mis dedos sobre el teclado, y bufo cerrando los ojos para calmarme.

-Luz, de verdad que hoy no es un buen día para hacer bromas.

-¿Con qué criterio lo dices? Si fuera por ti ningún día sería bueno para hacer bromas- replica ágilmente.

Abro y cierro la boca para refutar, pero me encuentro con la ingrata sorpresa de que mi mente se ha quedado en blanco.

-De acuerdo, eso es cierto- admito torpemente, y paso una mano por mi rostro-. Pero hoy realmente es un mal día.

-Bien, me mantendré al margen- promete rindiéndose. Se encoge de hombros con una expresión serena, y al ver que entrecierro los ojos sospechosamente, se hace la desentendida-. ¿Qué? Realmente me mantendré al margen.

Ruedo los ojos, y vuelvo a mi trabajo. Al pasar mucho tiempo con ella, puedo notar pequeños detalles que me dicen que claramente no está diciendo la verdad. La diversión en su tono de voz, y su falsa expresión desencajada, me notifican que solo está jugando conmigo.

-Ajá, sí.

Evidentemente ella no puede dejar las cosas de esa manera, por lo que frunce el ceño y ladea la cabeza cerca de mi laptop para evitar perder mi atención. Curva sus labios en algo parecido a una sonrisa muy suave, y agita sus pestañas.

Definitivamente no mi alma gemela; lumityWhere stories live. Discover now