Mis dedos se mueven con agilidad sobre el teclado de la computadora debido a la gran cantidad absurda de tiempo dedicado a escribir. Las teclas, ya desgastadas por su antigüedad, hacen un ruido como <<< Tap, tap, tap >>> cuando se hunden debajo de las yemas de mis dedos con facilidad. Mis ojos siguen el cursor de izquierda a derecha con atención para no pasar por alto ningún error. Son inadmisibles. El simple pensamiento de tenerlo hace que un escalofrío recorra mi columna vertebral y me golpeen ganas de vomitar. El silencio de la biblioteca es refrescante, perfecto para evitar distracciones. Es claro que se debe a la hora. Lilith ordena el lugar para cerrar mientras doy unos últimos retoques a mi trabajo (beneficios de ser amiga de la bibliotecaria). Lo reviso una y otra vez, guardando el archivo cada diez segundos para evitar posibles pérdidas. Cuando mi mente refleja todo pensamiento en la hoja en blanco del Word decido que es tiempo de analizar metódicamente lo escrito. Apoyo mis manos sobre la mesa, descansando del calambre que sufren desde hace un par de días. Estiro mis dedos entumecidos por mi afán de empujar un poco más allá de mis límites. Suspiro haciendo sonar mi cuello y relamo mis labios para leer los escritos. Mis ojos arden por la cantidad de horas expuestos a la luz de la pantalla, pero intento ignorarlo y pestañeo para remojarlos. Todo es normal, nada fuera de lugar. Los puntos están donde deben estar, hay frases ingeniosas, y metáforas bien elaboradas. Quiero darme una palmadita en la espalda por mi buen trabajo hasta que mis ojos caen en una oración que me hace entrecerrar los ojos, encorvarme, y acercar el rostro a la pantalla con una expresión escandalizada.
“… al final, tal vez, todo lo que ella necesitaba era que alguien le recuerde que su corazón aún podía latir.”
Pestañeo intentando fallidamente recordar el momento exacto en el que eso salió de mi imaginación. Me esfuerzo en pensar pero nada viene a mi cabeza. Es como si hubiese nacido de la nada, inconscientemente. Acerco mi dedo índice a la tecla para borrar aquella frase que tranquilamente podría malinterpretarse con una connotación romántica. Pues, por supuesto, ese no es el caso. Mi novela no se trata ni por casualidad de un patético amorío. Eso sería una total falta de códigos a mis principios. Mi dedo vacila apoyándose suavemente –apenas rozando- sobre la tecla sin terminar de apretar, burlando el límite. Porque, después de todo, tampoco es como si fuese explícitamente romántico, ¿no? Se le podría adjudicar todo tipo de significado filosófico a aquello con un poco de análisis, no necesariamente se debería pensar en primera instancia en un estúpido romance. Suspiro cambiando la dirección de mis decisiones a un rumbo menos drástico, lo que justifica marcar con amarillo la oración (lo que significa que se le dará una revisión en un momento en el que el cansancio no esté queriendo arrancarme los ojos). Por el momento tomo la decisión de cerrar la laptop cuidadosamente y guardarla en la mochila, aún pensando en lo que podría o no llegar a significar lo que escribí.
-¿Terminaste, pequeña Stephen?- Lilith hace que me sobresalte llevando una mano a mi pecho. Por estar sumida en el huracán que forman mis pensamientos no noté cuando ella se deslizó a mi lado, sosteniendo las llaves de la biblioteca con una mueca aparentemente divertida. Está erguida con las manos entrelazadas sobre sus piernas, esperando a que termine de guardar mis cosas para irse. En su hombro descansa un bolso que luce bastante vacío.
-Dios, Lilith- me quejo frunciendo el ceño y tomo una gran bocanada de aire. Si no la conociera podría pensar que es un fantasma con su tez pálida y su ropa que luce como del siglo pasado-. No vuelvas a hacer eso, me asustaste.
-Eso noto- tararea con un tono burlón casi imperceptible, aunque noto que existe-, pero realmente no hice nada más que esperar a que termines de juntar tus cosas para cerrar. Estoy parada aquí hace cinco minutos viendo como sigues abriendo y cerrando el cierre de tu mochila. Estoy bastante segura de que no está roto, así que me pregunto por qué lo seguías haciendo.
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Definitivamente no mi alma gemela; lumity
FanfictionEn un mundo en donde la gente comparte tatuajes con su alma gemela, Amity no tiene ninguno. Tal vez no hubiese sido un problema si fuera cualquier persona en el mundo, pero ella no es cualquier persona en el mundo. Ella es Amity Blight, presidenta d...