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Aarón corrió la puerta giratoria del gran gimnasio aquel martes por la tarde, se apresuro a los vestidores y dejo el pesado bolso el cual estaba sujeto a su hombros. Bostezo y refregando su rostro corrió entre los aparatos y pesas en donde estaba lleno de personas, y en donde también todos lo saludaron elevando sus palmas. 

El rizado se detuvo frente a la oficina de su padre, arreglo su cabello entrando a continuación a la habitación. Jeff estaba detrás del gran escritorio observando al ojiverde elevando apenas la mirada de los papeles colocados al rededor.

El rizado rodó los ojos al visualizar los gestos de disgusto de su padre pero a paso lento se acerco a este y se sentó en la silla frente al mayor.

—¿Por que no llegaste a casa a noche?— comenzó diciendo Jeff frunciendo levemente el ceño.

—No lo se— se encogió de hombros restandole importancia —. Se me hizo tarde supongo ¿Y? Vamos papa, tengo 5 minutos antes de entrar con los muchachos, suelta toda tu mierda rápido que no tengo casi tiempo.

Jeff asintió con una sonrisa cómplice en sus labios. Entrelazo sus dedos mirando detenidamente a su hijo.

—Tengo un trabajito para ti, Thompson...

Aarón frunció el ceño sin entender. Jeff rió ante la expresión del menor cuando cayo en la cuenta de la propuesta de su padre. Aquellos "trabajitos" que Jeff siempre se refería no traían nada bueno, en cambio de eso siempre era para fastidiar al ojiverde por algo mal que había hecho y en esas decisiones Aarón odiaba a su padre.

—¿Que? ¿¡De que carajos estas hablando, papá!? ¡Solo te advierto que no cuidare a Jimmy!— exclamo el rizado recordando la vez que tuvo que cuidar al niño de la vecina por un mes.

—No te preocupes, hijo. Sera mas fácil que eso. He traído a alguien el cual tendrás que entrenar...

—¿¡Que!?— grito el rizado—. ¿Novatos? ¡No jodas, papá!

Jeff rodó los ojos observando a su hijo como se paraba y caminaba a la salida, el mayor masajeo sus sienes.

—¡AVANZAS POR ESA PUERTA Y JURO POR DIOS QUE OLVIDARE QUE ERES MI HIJO!— grito Jeff desde su lugar. No eran muchas las veces que el mayor tenia que elevar su voz, pero cuando lo hacia era el momento justo donde había perdido su paciencia y ahora, en este momento era una de esas veces.

Aarón cerro sus ojos, tenso su mandíbula y cruzo sus brazos. Dio un gran suspiro hacia arriba y luego giro sobre sus talones encarando a su padre, el cual aunque hubiera gritado seguía tranquilo sentado en su lugar.

—¿Que quieres?— dijo entre dientes el menor.

—¿Que carajos te esta ocurriendo, Aarón? Tu no eras así. ¿Es ese chico...Eliar? ¿Verdad?

TODO POR TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora