𓏲 Capítulo 5

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— ¿Vas a matarme? — le preguntó en un susurro, con sus ojos desorbitados y el rostro pálido. El miedo y el pánico la vencieron, y entonces, se lanzó hacia la desconocida de cabellos rojos y la presionó contra lo primero que vio —. Porque no voy a dejarte hacerlo.

La desconocida no puso resistencia, solo la miró a través de sus largas pestañas con esos ojos dorados suyos.

De pronto Chaeyoung era demasiado consciente de cómo chocaban sus respiraciones juntas y sus rodillas y muslos se tocaban.

Miró fijamente a la chica, intentando intimidarla. Intentando desaparecerla con una mirada. Pero no funcionó, pues tan relajada y desinteresada como se había mostrado desde el inicio, le sostuvo la mirada de tal manera intensa, que la que se sintió intimidada fue ella.

— No voy a matarte, inútil. — le susurró de regreso la desconocida, y de un solo empujón, la mandó lejos suyo —. Al menos no si prometes irte de aquí ahora mismo, no volver y nunca hablar de este lugar con nadie.

Chaeyoung retrocedió, abrumada.

— Tienes mucho que perder, chica. — la de cabellos rojos la miró amenazante, alzando el mentón y cruzándose de brazos.

Y fue entonces que Chaeyoung se dio cuenta de algo.

Esa chica tenía el escudo del reino de el país de las maravillas en sus ropas.

Y en cuestión de segundos, el cabello rojo y los ojos dorados hicieron sentido. Ella era la princesa roja del que tantos hablaban, incluso en su reino, asegurando que no tenía corazón.

La mirada de la princesa Chaeyoung ganó un brillo de sorpresa que la princesa roja no entendió, y entonces la princesa Chaeyoung empezó a examinarla con la mirada y encontró que no había una sola cosa que la relacionara con su hermana. Podía saberlo con solo mirarla a los ojos, porque sentía que de alguna manera podía leerla y no tenía nada de igual a la princesa blanca. Así como ella no tenía nada de igual a su hermana Nayeon.

— No puedo irme sin antes saber más de este lugar, específicamente qué es este lugar. — anunció Chaeyoung, esta vez más segura de sí misma —. Si me lo cuentas yo prometo no decirle a nadie que la princesa roja...

Mina la interrumpió, de golpe.

— ¿Cómo me has llamado? — frunció el ceño, esperando habérselo imaginado.

— Princesa roja.

Mina resopló.

— Es tan obvio. — murmuró con cierta amargura. Como si no quisiera ser ella.

— Además, yo soy la princesa Chaeyoung. Vine desde mi reino a...

Mina la interrumpió una vez más.

— Eres tú. — susurró la princesa roja con los ojos muy abiertos —. Eres la prometida de mi hermana.

Chaeyoung asintió, de pronto sintiéndose muy miserable al recordar eso.

— Parece que tú y yo estábamos destinadas a encontrarnos de una manera u otra. — le dijo Chaeyoung sin pensar. Sin ni siquiera saber por qué lo decía.

Para su sorpresa, la princesa roja sonrió.

Y Chaeyoung se sintió morir porque tenía la sonrisa más estremecedora, inspiradora, preciosa y sincera de todas.

— ¿Me vas a contar sobre este lugar? — insistió Chaeyoung.

— Si te digo lo que hay detrás de esas puertas, no me creerás. — suspiró Mina, señalando las grandes puertas detrás suyo.

Hasta entonces, Chaeyoung no las había notado. Casi se ahoga de la sorpresa.

— La única opción que me queda, es mostrarte. — anunció Mina, mirándola con cierta incertidumbre.

El sonido de un reloj marcando la hora llamó la atención de Chaeyoung. Eso tampoco lo había notado.

— Se me hace tarde, princesa Chaeyoung. Tengo que llegar. — indecisa, la princesa roja extendió su brazo hacia ella —. ¿Vendrás conmigo?

Su mirada, por alguna razón, no hacía más que transmitirle confianza.

Así que Chaeyoung tomó la mano de Mina fuertemente en la suya.

Y la mirada de Chaeyoung también le transmitía confianza a Mina, porque de lo contrario jamás le mostraría lo que había detrás de esas puertas.

Esas puertas.

A Chaeyoung no le importaba que detrás de ellas se encontrara el mismísimo infierno.

No le importaba que todo lo vivido hasta ahora fuera un sueño.

No le importaba estar delirando por su golpe en la cabeza.

No le importaba haber muerto por la caída.

No le importaba, porque si era sincera, sentía que era mejor estar ahí que en la cena de anunciamiento de un compromiso que no tenía su consentimiento.

Y el consentimiento era un básico derecho humano.

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❝ Sin corazón❞ || MiChaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora