PRÓLOGO

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Los labios de Cristian se deslizan por el cuello de ella, sus manos grandes permanecen en su cintura y sube en un camino de besos húmedos hasta llegar a su mandíbula. La música se escucha a lo lejos, decidieron abandonar la multitud que los rodeaba e ir hacia los pasillos más lejanos cuando empezaron los bailes y toqueteos que Cristian tanto buscaba. Vuelve a la boca de Agustina para besar sus labios con pasión; su zurda sube al cuello de la chica y lo agarra mientras la besa con lujuria; el gloss sabor cereza de la menor se mezcla en los labios ajenos.

Vení a dormir conmigo—susurra él sobre la boca de la mujer, sin importarle cuánto podría afectarle a su mejor amigo en el caso de que acepte su propuesta. Lleva mirándola con otras intenciones hace bastante tiempo, siempre le pareció hermosa, incluso con una sola noche con ella bastaba para saciar los pensamientos sexuales que tenía cada vez que la veía pasar, necesitaba tenerla para él por lo menos por un rato, probar sus labios y tocar todo su cuerpo. Cada vez que él iba a la casa de Lisandro anhelaba con ver a la chica unos segundos y hablar con ella, esto despertaba aún mas sus fantasías sexuales.

¿Y Licha? —cuestiona mirando al contrario con la respiración alterada, aunque realmente no siente ni un poco de culpa por irse con el cordobés, ya había caído en sus manos cuando comenzó a hablarle hace un par de horas atrás. Cristian puede llevarse a la chica que quisiese solo con su labia, es de las personas que te endulzan el oído y caes rendida en su jueguito sexual. Agustina no se pudo resistir ante sus encantos. Sus expresiones atrevidas, su acento marcado y sus labios carnosos envolvieron por completo a la mujer.

No se va a enterar.—dice mientras esboza una sonrisa sin alejar su cuerpo del ajeno. La chica muerde su labio inferior para evitar sonreír y mira los ojos marrones de él desde unos centímetros más abajo por la altura.
Él se relame los labios y su propio ego le dice que ya la tiene a sus pies. —¿Venís?



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Se volvieron adictos al cuerpo del otro.

Y ambos saben que lo que hacen está mal.

Pero se dice que lo prohibido es más tentador.



—Qué carita hermosa que me poné', hija de puta. —murmura mientras refriega su glande por la lengua de la menor.

—¿Así? —Agarra su miembro con ambas manos y mientras mira los ojos del cordobés con inocencia, lame toda su longitud. Cristian pasea su lengua por su labio inferior y mira a la chica fijamente con la boca entreabierta, sin perderse ninguno de sus movimientos.



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