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– me gustas, Yuta.
Su estómago forjó el famoso nudo Su corazón por otro lado, liberado. Sonrió ante tu confesión.
No cualquier sonrisa.
Sino esa sonrisa de ojos caídos, levemente inclinado. la gotita en la frente, simulando nerviosismo.
nervioso, tierno, amable. Como este emoji 😅
Eso era Okkotsu. A veces te gustaba, otras veces desearías más que esa puta facción en su rostro.
Su mano rascando su nuca.
– cielos – sopló sin ser capaz de mirarte – yo... no esperaba eso
– si lo esperabas – corregiste – soy muy obvia.
La vergüenza te consumía.
Te consumía como el sudor a tu cuerpo en ese momento. Como las lágrimas acumulandose en tu mirada. Como el calor que llegaba a tu cabeza, como si te subiera la presión. Como el temblor de tus rodillas, queriendo derribarte.
En ese momento, te consumía el amor.
Miento.
El desamor.
– bueno... era algo que había notado – respondía con voz baja.
Por qué se avergonzaba él?
– Quise decírtelo desde el primer momento, pero no me atreví – trataste de salvar la conversación – me... me arrepiento.
Yuta miró a tus ojos, finalmente.
Con un brillo extraño, que no pudiste divisar bien.
Por las lágrimas, asumo.
Tu voz se había cortado. Díganme, qué duele más que un corazón roto?
Te dolía excusarte.
Te dolía ver en él la necesidad de consolarte.
Te dolía que la persona que te gusta tenga que abrazarte como consuelo por no gustarle de vuelta.
Te dolía el hecho de que morías por un abrazo suyo.
– escucha, no hay que alargarlo tanto – sollozaste – se que no sientes lo mismo y está tan... bien. En verdad, no te molestes.
Las manos del contrario se apretaron en puños.
El impulso de agarrarte, antes de que le dieras la espalda.
