Revelaciones

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En esa noche estrellada, en el corazón profundo del bosque, el resplandor inquietante de las llamas que engullían una casa antigua arrojaba una luz siniestra sobre la oscuridad circundante.

El chisporroteo del fuego llenaba el aire con una cacofonía de crujidos y estallidos, mientras las siluetas enloquecidas de las llamas se retorcían y danzaban como espectros encolerizados.

el rey de los caballeros, erguido con una postura que irradiaba majestuosidad y determinación, empuñaba una lanza manchada de carmesí mientras observaba en silencio al ángel caído.

Este último yacía arrodillado en un charco de su propia sangre, un tributo doloroso a la lanza del humano que lo había atravesado con implacable precisión.

El ángel, cuyo esplendor celestial había sido eclipsado por un aura sombría y lúgubre, permanecía junto a las llamas devoradoras con una solemnidad inquietante.

Sus alas, una vez magníficas y radiantes, ahora parecían marchitarse, sus plumas resplandecientes convertidas en símbolos de una gloria desvanecida.

Su mirada ardía con una mezcla tumultuosa de dolor y amargura, como un eco lejano del poder que hace poco presumía.

La tensión en el ambiente era palpable, un sentimiento casi místico de expectación suspendida en el aire. Como si el propio bosque contuviera el aliento, cada hoja temblaba en sintonía con la confrontación que se desarrollaba ante ella. El viento gélido soplaba con furia, arrastrando las plumas desvanecidas del ángel caído y avivando las llamas de la antigua morada con un hambre aún más insaciable.

El humano permanecía en silencio, su mirada fija en el ángel caído con una mezcla de determinación y furia en sus ojos. Cada latido de su corazón resonaba como un eco lejano de los conflictos que habían llevado a esta encrucijada. El ángel caído, arrodillado en su derrota, mantenía su mirada en las llamas que consumían lo último que le quedaba de su orgullo. Un suspiro escapó de sus labios, un suspiro que parecía llevar consigo los ecos de una era pasada y los arrepentimientos que habían dejado cicatrices en su ser.

"Caballero, eres verdaderamente formidable"

murmura

El rey de los caballeros mantuvo su mirada firme sobre el ser caído ante él. Los pliegues de su armadura resplandecían a la luz incierta del fuego que engullía la casa. Era un momento en el que el universo parecía sostener su aliento.

Un silencio solemne siguió las palabras del ángel caído, un silencio lleno de significados no dichos y memorias que habían quedado atrás. El caballero, cuyo semblante reflejaba la experiencia de innumerables batallas y la carga de una responsabilidad ancestral, finalmente habló. Su voz era profunda y resonante, una voz que llevaba el peso de la historia y la esperanza de un mundo mejor.

"¿Quién fue?"

inquirió, sus ojos, profundamente empapados de furia, fijos en el ángel caído.

La expresión confundida del ángel caído duró solo un instante antes de transformarse en una comprensión dolorosa.

"Lo comprendo... Aunque no debería revelarlo, el hombre que es ahora ya no es el mismo de antes, ya no es el mismo..."

Sus palabras eran como un eco de arrepentimientos y tristeza pasadas, un lamento en la voz que había perdido su brillo celestial.

El caballero asintió ligeramente, permitiendo que el ángel caído continúe, como si entendiera que cada palabra era un paso hacia la redención o la ruina.

"Fue Kokabiel"

continuó el ángel caído, su voz llevando el eco de rencores profundos.

"Está reuniendo los fragmentos putrefactos de Excalibur, y parece que necesita la sangre del legítimo propietario de la espada sagrada. Como aquel propietario está muerto, sus descendientes se convierten en la única opción."

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⏰ Última actualización: Jan 16 ⏰

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