19 - El Adiós

387 47 11
                                    

Dato: Para alguien que creció en un lugar como Ciudad Alegría —en dónde casi no existen los delitos y mucho menos un palabra para describir lo que nosotros conocemos como violación/abuso sexual—, esta situación es más que confusa. Si eres o fuiste víctima de un acto tan atroz, quiero decirte que tú NO tienes la culpa y JAMÁS será tu culpa.

La protagonista en algún momento se dará cuenta de eso, pero no será hoy.

🌻🤍


Pasaron más horas de las que quiso hasta que los primeros rayos del sol empezaron a iluminar el techo.

Pensó en irse a su casa durante la noche, pero tenía las piernas entumecidas y el mínimo movimiento le provocaba un quejido. Además, las lágrimas no se habían ido en ningún momento. Estaban ahí, a veces derramándose en silencio, a veces solo presentes volviendo borrosa su visión. Pensó en hacer algo, llamar a su madre, pero no sabía qué tenía que decir y entre más tiempo pasaba más extraña se sentía. Solo habían tenido sexo. Demasiado rudo, supuso.

No lograba entenderlo. Nadie jamás se había quejado de tener relaciones sexuales en Ciudad Alegría, no sabía de nadie que hubiera acabado llorando como ella. Y si llamaba a su madre, ¿qué le diría?

«¿Tuve sexo y me dolió?».

Sonaba... como una explicación muy invalida. Había chicas a las que les dolía su primera vez, había chicas a las que no. Ella, al parecer, era de las primeras. Pero decirse todo eso durante la noche no había detenido las lágrimas.

Deseaba tener las palabras adecuadas para expresarse, para explicar que pensar en si misma en ese momento le provocaba una oleada más fuerte de llanto. Y no quería despertar a Chase. No quería eso ni un poco.

Lentamente empezó a moverse, con los músculos de las piernas agarrotados y los de los hombros ardiendo. Ese ardor, por alguna razón, lo asoció con estrés. «Tensión», dijo una nueva voz en su cabeza. Esa voz, extraña y lejana, había aparecido durante la noche, diciéndole palabras que ella nunca había escuchado, pero que la hacían sentir mal.

«Patética». Se incorporó con un quejido bajo. No solo le dolían las piernas y los hombros, su entrepierna pedía a gritos que dejara de moverse y se quedara en ese suelo para siempre. Estaba segura de que algo se le había desagarrado durante la penetración. Tomó asiento, mordiendo su labio inferior para no llorar demasiado. Las lágrimas de igual forma le bajaron por las mejillas mientras buscaba su ropa con la mirada.

Encontró su jean y sus pantis tirados a los pies de un sofá.

«Tonta». Durante el acto ni siquiera había perdido el suéter y el sujetador; él solo se había enfocado en su extremo inferior. Tragó saliva. Se impulsó desde el suelo, duro y frío bajo ella; el dolor en la entrepierna se volvió más agudo y un pequeño chillido se escapó de su boca.

¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué le había dolido tanto? ¿Por qué él había sido tan rudo?

«Estúpida». Arrastró su cuerpo lentamente durante el metro que la separaba de su ropa. Mover las piernas era un castigo. Alcanzó el sofá y con eso sus prendas y la mochila. Su siguiente gran reto era llegar hasta la ducha. Quería limpiarse y quitarse todo rastro de fluidos que le quedara. Bañarse siempre la había hecho sentir mejor.

Esperaba que ese día no fuera la excepción.

Se impulsó desde el sofá y logró que sus piernas la sostuvieran. Le temblaban un poco y le dolían a cada paso que daba, un dolor mucho peor que las pocas veces que había hecho ejercicio en su vida. Con la nariz goteando camino lentamente hacia el baño. El frio del suelo contra sus pies solo empeoró el calambre que le subía por el fémur. Sintió el aire recorrer el pasillo y eso le dio en los genitales. Ese simple viento hizo que se curvara sobre su estómago del ardor.

AUSTERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora