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—————————————— I remember all to well ——————————————
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Keiji recordaba con mucha facilidad la mayor parte de su infancia vivida, el amor de sus padres, a su mejor amigo y en primer lugar, la razón por la cuál casi toda su vida vivió con miedo constante.
—Hermafrodita.
Recordaba con exactitud las palabras del doctor de medicina general, a sus cortos seis años, esa palabra aún resonaba en su mente.
—¿Qué?.—Los señores Akaashi observaron incrédulos tanto al examen en manos como al especialista.
—Su hijo es una persona hermafrodita, puede que al nacer los doctores no se hayan dado cuenta al ser muy pequeño, pero con los exámenes realizados, descarte mis dudas.— Explicó el médico.— Es un varón, si, pero debido a está condición, tiene un miembro reproductor más, teniendo un miembro viril y un útero.
—¿Puede llegar a afectar su desarrollo?.—Preguntó Ryoko Akaashi, la madre de Keiji.
—A ciencia cierta, puede ocasionar un desorden hormonal, inclusive puede llegar a menstruar como si fuera un ser femenino, pero, son pocas las probabilidades que pase, al igual que la de un posible embarazo, y otros factores, depende el como sea su crecimiento.
—¿Existe alguna cirugía como para que sea como cualquier chico?.—Interrogó Haruki, el Akaashi mayor, su esposa lo vio de reojo.
—No podría decirles con exactitud, pero podría causarle severos traumas a su corta edad, mi única recomendación es que mantengan la calma y trabajen está situación con el menor y crear un ambiente cómodo para él.
Desde ese día lamento haberse ocultado detrás de la puerta, pero de una u otra forma sus padres se lo iban a decir. Recordaba lo silencioso que fue el camino a casa después de eso, a pesar de su edad, asimiló la situación de la manera más calmada posible.
—No me importa.—Ryoko dirigió su mirada a su esposo.
—¿A qué te refieres, Haru?.—Preguntó la madre, fijo su mirada en como su único hijo se acercaba a su padre con los brazos extendidos, recibiéndolo con un suave abrazo.
—No importa si Keiji es hermafrodita, es mi hijo, y lo quiero como tal, se que probablemente mis padres den el grito en el cielo cuando se enteren, pero al diablo la sociedad.— El azabache de mayor altura acariciaba a su pequeño, para luego tomar sus pequeñas mejías entre sus manos.—Keiji, prométeme algo.
